Probablemente también les haya pasado eso de estar en un lugar que les parece maravilloso y al día siguiente repasando folletos se dan cuenta de que estuvieron exactamente en el mejor lugar en la ciudad.
Casualidad o no, está buenísimo.
Bueno, esta no fue la única vez que me pasó esto, pero nunca me había pasado de forma tan manifiesta y es por eso que la recuerdo tanto.
Estábamos de luna de miel en Budapest, capital de Hungría, salimos a cenar, en realidad a caminar cerca del hotel y la idea era cenar en algún lugar que nos gustara mientras paseábamos.
Habremos caminado tres cuadras por calles cuyos nombres son impronunciables y pasamos por delante de un café-restaurante que decía llamarse Central.
Nos gustó por dos cosas, podíamos pronunciar el nombre y tenía un estilo muy romántico y propicio para la ocasión.
Caminamos un rato más sin ver otro restaurante que nos gustara y decidimos volver al “Central”.
Entramos y nos encontramos con un salón hermoso, enorme, perfectamente acondicionado, muy estilo imperial.
Al día siguiente leyendo la guía nos enteramos que era uno de los restaurantes más recomendados de la ciudad, que el edificio era del siglo XIX, que fue lugar de encuentros de figuras de renombre y que lo había remodelado hacía poco más de 10 años en estilo Austríaco.
No había muchas mesas ocupadas y pudimos elegir una muy buena.
La carta tenía platos húngaros típicos más que atractivos (con su traducción en inglés), que realmente cumplían con lo que prometían.
El lugar tiene una barra alucinante y también le hicimos los honores con algunos tragos
La atención fue fabulosa en todo sentido, pero la sorpresa la dejaron para el postre.
De repente dos músicos con una guitarra y un violín se pusieron a tocar para la gente.
Como siempre pasa el show en vivo es horrible y nuestras caras fue de “No me arruinen la noche”.
Resultó que los músicos eran fenomenales, auténticos profesionales, tipos de conservatorio sin duda, muy por encima de los estándares.
Arrancaron con un popurrí de valses y luego saludaron a las mesas una por una, les preguntaban de donde eran y les tocaban una canción de su país de origen, una muy buena forma de ganarse una propina.
Nos preguntaron de donde éramos, yo apostaba a que no se sabían un tango ni de casualidad, y claramente estaba equivocada, pues nos tocaron una versión de “Adiós Nonino” increíble!
Si había algo que agregarle a una noche perfecta eran estos músicos para hacerla inolvidable.
Budapest es una ciudad de música, así también como Viena, Salzburgo, ó Praga, son ciudades donde se consagraron los mejores músicos de la historia y han sabido conservar el legado por lo que se explica la proliferación de músicos profesionales.
Lo cierto es que, como en todas partes, podés ser staff de la mejor Opera de la ciudad y ganar dos mangos, con lo cual también se explica que estos músicos trabajen por las noches en bares y restaurantes para hacerse de unos pesos extras, por cierto más que merecidos.
Si van para Budapest, no se olviden de, aunque sea, tomarse un café en el Central Kávéláz.
El sitio es http://www.centralkavehaz.hu/
Nota entera sobre Budapest en Fabio.com.ar
Antes de mi recorrido por Galicia, y gracias a haber leído este gran artículo en…
En 2022 tuve finalmente la oportunidad de hacer un viaje por el sur de Italia,…
Desde el momento en que puse un pie en Alberobello, supe que estaba a punto…
Hace poco tuve la oportunidad de viajar y alojarme en la mítica ciudad de Arles,…
Se dice que Santiago de Compostela es la joya de Galicia y sin ser injusta…
Los billetes de 500 euros son un tema de debate en Europa debido a su…