También se le llama Cologne o Koln, la ciudad famosa entre otras cosas por el “Agua de Cologne” que todavía se vende a pesar de que su fragancia ha sido largamente superada.
En un viaje en donde no pensaba pisar Alemania, y tampoco lo había hecho antes, nos quedaba un enganche de trenes en Colonia, y 8 horas libres entre tren y tren, así que la idea fue aprovechar y pasear por esta ciudad a orillas del Rin y sobre todo visitar la Catedral que es considerada el monumento más visitado de Alemania.
El equipaje, al igual que en varias ciudades europeas, se puede dejar en lockers en la estación de tren y es muy cómodo y seguro.
Estábamos allí en Cologne, 6 am de un domingo, de noche, un frío de morirse, y ya dije que los domingos no hay nada abierto pero en ese entonces no lo sabía, qué había abierto? La Catedral.
A primera vista la Catedral impresiona por su altura, tiene 157 metros, es tan alta que no entra en las fotos.
100% estilo gótico del más puro, comenzaron la construcción en 1248 y se inauguró más de 600 años después, en 1880.
Entramos y había 4 monaguillos con suerte, lo cierto es que esa soledad nos dio la posibilidad de ver la nave gigante totalmente vacía y es muy impresionante porque es muy grande.
Al rato empezó la misa, por supuesto en alemán, igual a cualquier misa pero sin entender nada de nada, pero como lo importante es adaptarse a todo, nos servimos de unos cantorales como lo más normal del mundo, y cantamos (?) junto a los monaguillos y pocos fieles presentes.
Es decir que estábamos a las 6 de la mañana en misa en la Catedral Cologne intentando cantar en alemán.
Estos son los momentos “Qué estoy haciendo acá?” de los viajes que me encantan.
Después de terminar de recorrer el interior de la Catedral que tiene piezas de arte y arquitectura muy notables, salimos al exterior, ya era de día y pudimos ver la ciudad, el río y el gran puente que une las dos orillas del Rin y nos encantó.
Como dije no había mucho abierto para pasear pero había una confitería tradicional alemana que estaba abierta con todas las confituras imaginables recién horneadas y estaban buenísimas todas.
Paseamos un buen rato por la ciudad nos pareció encantadora, nos mostró un poco del carácter alemán, es ese espíritu que busco en cada lugar, la esencia, y en contra de todos los pronósticos, nos resultó fascinante.
Nos paramos en una tienda de souvenirs y tenían algunas postales de la ciudad de antes y después de los bombardeos aliados, y si bien sabíamos que tanto la ciudad, la catedral y el puente habían sufrido muchísimo daño, y algo del daño todavía se puede ver, no habíamos visto fotos.
La ciudad quedó destrozada y la Catedral recibió una bomba directa a una de las torres.
La ciudad fue reconstruida perfectamente bien y la Catedral sigue en constante reparación, todavía quedan reponer algunos vitrales originales y algo de la estructura.
Luego de esas 8 horas de andar a pie por la ciudad nos dijimos “Hay que volver a Alemania” no importa cuándo, y pasaron 2 años desde ese día hasta que pudimos volver, pero ese paseo por Cologne como muestra gratis de Alemania fue categórico. Alemania nos enamoró.
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