Soy de la generación a la que le enseñaron que había dos Alemanias, la del este y la del oeste, la rica y la pobre, la federal y la democrática con sus dos capitales Bonn y Berlín, dividida por un Muro desde 1961.
Creo haber tardado poco en darme cuenta de que eso estaba mal, pero en su momento me parecía que era un problema tan lejano, tan ajeno y que sobrepasaba mi entendimiento que no fue sino hasta la adolescencia que pude entender la foto completa que incluía a: Hitler, los rusos, los americanos, la segunda guerra, la guerra fría, la OTAN, el Comecom, el pacto de Varsovia y algunos otros condimentos. Demasiada información.
El Muro se construyó con el fin de que la parte “socialista” (parte de Alemania que se quedaron los Rusos en la repartija tras ganar la 2da Guerra) no sea mal influenciada por los occidentales “capitalistas” (parte de Alemania que se quedaron los Aliados en la repartija), la verdad es que de la parte socialista se estaban yendo todos porque el nivel de vida era insostenible y del otro lado se vivía mucho mejor.
Definía la frontera de las dos Alemanias, 122 kilómetros, 3,6 metros de alto de concreto, y por las dudas también estaba protegido por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras para evitar el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta búnkers.
No hay registro oficial de “Los Muertos del Muro”, algo de 200 por disparos de los guardias y otro tanto de heridos gravísimos.
Hubo más de 5 mil fugas en 30 años y hay muchas historias de fugas de lo más ingeniosas, por aire, por tierra y bajo tierra.
Luego están las historias de los “separados”, éstos son familiares y amigos de uno y otro lado del Muro, algunos esperando horas para saludar con la mano para el otro lado, tratando de hacer llegar correspondencia o de tener algún tipo de comunicación con sus seres queridos, otros intentando pasar con mayor o menor suerte.
Fue difícil de entender que todo esto pasaba mientras a mi me enseñaban que había dos Alemanias y sus capitales eran Berlín y Bonn. La información era poca y en la escuela no les importaba profundizar en el tema.
La primer noticia que nos llegó fue que Alemania Oriental abría sus fronteras a los emigrantes, al día siguiente el Diario era este y me lo acuerdo como si fuera ayer:
Supongo que a la generación de mis padres le habrá pasado lo mismo con el hombre en la Luna o el asesinato de Kennedy, y a mis abuelos con el fin de la guerra, no lo sé, lo cierto es que con 16 años entendí que el mundo cambiaba, que mañana nada iba a ser como era, que ese día era histórico.
Las imágenes nos llegaban vía satélite, la gente enardecida tras 30 años de separación, rompiendo el Muro con lo que tuvieran a mano, abriendo boquetes o saltando de lado a lado, eran libres otra vez, nada se le podía comparar.
Ese fue un momento muy cargado de emociones y podría decir que sentí el coletazo de esa historia 20 años después cuando conocí Berlín y lo que queda de Muro.
Tocar el Muro fue uno esos momentos “No puedo creer estar acá”, verlo en primera persona me hizo sentir palpable la historia, todo había sido real, ver los carteles que quedaron y las obras de arte montadas sobre él y las cruces en honor a “Los Muertos del Muro”, todo conformó una imagen de pasado y presente, entre memoria, ficción y recuerdo imborrable.
Ahí estaba yo, en Berlin, frente al Muro, con los ojos rojos del frío y la emoción, tarareando “All in all you’re just another brick in the wall”
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Excelente Gime, me trajo muchos recuerdos del día que cayó el muro, lloré como si fuera algo que me estuviera pasando personalmente, viendo poco después aquel recital en directo que hoy atesoro en DVD (imperdible la historia de como se gestó el show) y el deseo de conocer Berlín para llegar y como bien decís, tocar la historia con mis propias manos y sentir ganas de ponerme a gritar y festejar la reunificación.
Lo increíble es que no pasó mucho tiempo. Como digo siempre, fue en esta vida