Me gusta disfrazarme de turista en mi propia ciudad, cargar la cámara y salir de paseo por las mismas calles que recorro todos los días, pero con otra mirada, sin apuro y en modo exploratorio.
Así es como habitualmente voy a museos, plazas, ferias, librerías, cafés, teatros, muestras y lo que me resulte interesante. La verdad que tengo que decir que la oferta es amplia, quizás no tengamos un Coliseo en el medio de la 9 de Julio (aprovecho para mandarle un saludo a los Romanos) pero tenemos lo propio y ciertamente hay historias que me despiertan el interés y esas terminan en este blog en forma de crónica.
¿Por qué unas sí y otras no?
Supongo que tiene que ver con varias cosas pero sobre todo con un tema de identidad, somos de un país rompecabezas, una amalgama cultural atravesada por la tradición que todavía se está gestando.
En el marco de las expediciones urbanas en mi propia ciudad decidí conocer el Museo de la Inmigración. Sabía de su existencia, sabía que quería conocerlo y nunca antes lo había visitado.
El Museo está emplazado en el viejo Hotel de los Inmigrantes, lugar que ofició de sitio de recepción de inmigrantes en Buenos Aires a principios del 1900, y cuyo objetivo era recibir, prestar servicios, alojar, dar trabajo y distribuir a los miles de inmigrantes que arribaban de todo el mundo pero principalmente de Europa.
Así era:
Así esta hoy:
El alojamiento en el Hotel era gratuito y por cinco días, se podía extender en casos excepcionales, pero no hubo ningún caso de más de un mes de estadía.
La idea era que en ese tiempo la persona pudiera encontrar un trabajo, para ello había una oficina justo al lado del Hotel que ofrecía posiciones de diferentes oficios.
También se instruía y asesoraba a los inmigrantes acerca del país, el idioma y las costumbres para que pudieran integrarse rápidamente a la sociedad.
Simultáneamente podían alojarse 3 mil inmigrantes en dormitorios divididos por sexo de hasta 250 personas cada uno.
El Hotel dejó de funcionar en 1953 y en el 95 fue declarado Monumento Histórico Nacional.
Se hacen visitas guiadas cada media hora las cuales ofrecen información del lugar, un recorrido por los dormitorios y una breve pero efectiva reseña histórica acerca de la inmigración en sí misma, desde la decisión de abandonar la tierra natal por las dificultades que sean, pasando por el largo y agotador viaje en barco, la llegada a Buenos Aires y la integración al trabajo y a la sociedad.
El Edificio está en muy buenas condiciones y lo han acondicionado con la ayuda de la Universidad Tres de Febrero quien también colabora con la curaduría y las visitas guiadas.
Además del recorrido por el Hotel, en el Museo funciona una biblioteca especializada en temas migratorios y el archivo histórico en donde se puede consultar en qué fecha y barco llegó una persona, es decir, podemos con el nombre del pariente inmigrante y más o menos la fecha y el lugar desde donde partió, saber cuándo y en qué barco llegó.
Y lo más lindo es que te imprimen un certificado.
Y más lindo todavía es que todo es gratuito, incluso el estacionamiento.
También podemos encontrarnos de casualidad con alguna muestra que organicen las colectividades o, como me pasó a mi, que me encontré con una muestra de arte de Vik Muniz, un artista brasileño que trabaja los materiales de sus obras como otro ícono plástico, por ejemplo la utilización de chatarra, chocolate, arena o cristales, incluso una de sus características es reversionar obras de artistas famosos, desde Leonardo hasta Warhol .
La verdad me encantó.
La dirección para visitarlo es Av. Antártida Argentina 1355, Ciudad de Buenos Aires.
Hay estacionamiento gratis.
Horario: De martes a domingos de 12:00 a 20:00 horas excepto días feriados que cierra. Este fin de semana es la Noche de los Museos y pueden ir a visitarlo.
Si pueden vayan, es muy recomendable, y después me cuentan.
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