Si se ha visitado Turquía se sabe que uno es invitado a tomar té en todas sus variedades casi en cualquier circunstancia, sin embargo el Café Turco es una bebida tan tradicional que lleva consigo toda una liturgia, desde su preparación hasta el modo en que se bebe. Es por este motivo que la UNESCO lo ha nombrado “Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad” y nosotros vamos a adentrarnos en el secreto de su preparación.
Se hace a partir de granos de café de tipo arábigo, que es el más común de los cafés y que tiene un sabor más endulzado que los otros dos tipos: robusta o libérico.
Para su preparación los granos son molidos hasta el punto de tener la consistencia de polvo. Se coloca el café con agua fría en un recipiente pequeño de cobre llamado cezve, el cual posee una larga manija que permite manipularlo sin riesgos.
El café entonces se calienta hasta antes del punto de hervor y se retira del fuego. Se sirve directamente y sin colar en tazas pequeñas, ya que la concentración del café es tan alta que no es necesario tomar grandes cantidades porque el gusto prevalecerá en la boca por casi una hora.
El café turco tiene una consistencia, color y sabor muy especiales: es cremoso, bien negro y su sabor fuerte es el atributo más característico.
Azucarar el café es una cuestión de preferencia, así que puede servirse dulce o amargo e incluso agregarle canela o cardamomo.
Parte de la tradición de beber el Café Turco es acompañarlo con un vaso de agua y algún dulce de almíbar también típicamente turco.
Si se animan pueden hacerlo de forma casera o bien disfrutar de la preparación de un experto en los restaurantes tradicionales turcos, armenios y griegos que haya en tu ciudad.