Aunque no nos acordemos, arrancamos el 2020 esperanzados con un nuevo comienzo y deseándonos, como habitualmente, cumplir con todos nuestros proyectos y propósitos. Pero basta revisar un poco las publicaciones de las redes sociales del 1° de enero para darse cuenta de que ni la más prudente de las reflexiones y anhelos mantuvo vigencia alguna, y no lo quiero expresar ni con pena ni con bronca, simplemente no pasó y lo que pasó simplemente no cabía en la cabeza de nadie.
Me encontré de casualidad en Twitter con con una frase de un muy buen periodista de espectáculos al cual sigo, pero no conozco en persona, que me pareció brutal. Básicamente decía que no recordaba qué había pasado antes del encierro de la cuarentena, y se preguntaba si eso había sido real o no, y que a todo aquello lo sentía “como si hubiese sido un sueño del cual desperté en marzo”.
Le avisé que le iba a robar la idea para hacer un post y me contestó con un corazón, de modo que supongo que me dio su visto bueno. 🙂
Lo cierto es no fue un sueño. A principio de año estábamos todos en otro encierro, en el encierro lindo de siempre, caminando por la calle mirando vidrieras, en las plazas y en las ferias o apretujados en subtes y colectivos, tomando cafecitos al paso con amigos, pensando en la reunión familiar del domingo, en la salida al cine con esa persona especial, en los partidos de verano, yendo hacia el mar por la ruta, volando en aviones por el mundo y, a pesar de saber que toda nuestra rutina conformaba un engranaje un tanto mecanizado, estaba lleno de vida y nos ilusionábamos hasta con la frívola búsqueda de la foto perfecta, que sí existió, tampoco fue un sueño, pero hoy apenas la recordamos.
Un día nos encerramos y todo aquello que dábamos por sentado se terminó. Ni asados ni vidrieras, ni partidos ni aviones, ni amigos ni reuniones ni domingos en familia. Nos quedamos sin nada, tanto y tanto tiempo que todo aquello que vivimos antes del encierro se cubrió con un velo de irrealidad. No parece que lo hubiésemos vivido. Éramos felices y no solo no lo sabíamos, hoy tampoco nos acordamos.
Y qué pasa con nuestros planes que también se desvanecieron en el aire? Qué pasa con el deseo cuando aquello que nos movilizaba ya no existe? Cómo ir en busca de la felicidad si ni siquiera nos acordamos de que fuimos felices? Ese vacío es un duelo que nos hace incapaces de imaginar una realidad positiva, así nos vemos hoy muchos de nosotros, sin memoria, sin voluntad y sin deseo.
Podremos entonces volver algún día a ser los de antes? Apuesto todo a que sí! Debemos saber que somos más fuertes de lo que creemos y, sobre todo, que no estamos solos, pero no en el sentido inspiracional de los mensajes bonitos y triviales, es que en verdad juntos somos una una red de voluntades y un conjunto de intenciones, y tenemos además un motor interno cuyo único propósito es hacernos felices. Confiemos en él! Y si quien tengo al lado no se acuerda de que hace apenas unos meses, aunque parezca que fue en otra vida, nos juntamos a tomar una cerveza en un bar repleto de personas sonrientes, yo se lo voy a recordar, y él me recordará los asados en familia y las fiestas del verano y me pedirá que le cuente de mi último viaje y le pediré que me cuente la última peli que vio en el cine, y así será mucho más fácil reconstruir las prioridades de nuestros valores y nuestros deseos, porque no hay nada más fuerte que las convicciones conjuntas y porque somos seres que encontramos la voluntad en los lazos con los otros. Día a día, ladrillo por ladrillo, y habrá días mejores que otros, pero vamos a conseguirlo.
Miremos para atrás y no nos olvidemos de que éramos felices y miremos para adelante con la convicción de que volveremos a serlo.
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Por supuesto que si Gimena, solo nos falta que nos acordemos. Esto va a pasar y sera un recuerdo de un tiempo raro. Ya falta mucho menos.
Gracias Gimena, leyéndote me diste (aunque no lo perdí) un poco de esperanza.
De nada! y arriba! parece que falta mucho pero no falta mucho.