Varias veces me he encontrado con asiduos viajeros que al momento de planificar un recorrido por Europa, inconscientemente trazan una línea imaginaria hacia el Este en el Mar Adriático que deja por fuera de toda conversación a los países centroeuropeos llamados “de la ex Yugoslavia”, vale decir, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia. Sin embargo Croacia ha tomado un impulso turístico muy importante en los últimos 15 años, no obstante ello, en la mayoría de los casos la visita se limita a la ciudad de Dubrovnik, la cual no en vano ostenta el nombre de “Perla del Adriático”, y se deja de lado la visita a Zagreb, capital de Croacia, o solo se pasa por su aeropuerto con el mero propósito de ir hacia otros destinos, sin saber que hay muchas razones para conocerla.
La capital de Croacia tiene una impronta muy singular, es una ciudad capital, pero no es muy grande ni tampoco es bulliciosa. Además posee un acervo cultural muy importante y sus museos, su música, su impresionante arquitectura, su gastronomía y su vida al aire libre la hace un destino ideal para ser añadida al itinerario de viaje, aunque sean solo por un par de días. Les aseguro que no se van a arrepentir.
La plaza de Trg Josipa Jelacica es el corazón de Zagreb y punto de referencia para todo. Puede que en ella se desarrolle un espectáculo, un desfile o una actividad cultural o que no haya nada en especial y simplemente se pueda disfrutar de los cafés en donde los locales practican esa buena tradición europea de sentarse ver la vida transcurrir al ritmo del pulso de la ciudad. Eso en Croacia se llama “Spica” y en un momento hablaré de ello.
En la plaza también hay algunos puestos de comida al paso que están muy interesantes. En general en Croacia se come muy bien, por lo tanto es difícil satisfacer a los locales con poca cosa, y estos puestos baratillos nos hacen un buen almuerzo o una colación para seguir camino.
La Spica, como les decía, es una tradición croata que consiste en sentarse los sábados a la mañana en los cafés del centro a ver la gente pasar y conversar sin apuros mientras uno se pone al día de las tendencia de moda, tecnología, etc. Es una muy sana costumbre que deberíamos incorporar y una muy linda forma de participar en la cultura croata.
El Museo de las relaciones rotas es un clásico de Zagreb al cual le he dedicado un artículo entero que pueden leer desde acá. Hay increíbles objetos y más increíbles historias de (des) amor que valen la pena conocer.
La ciudad alta y la ciudad baja son también un clásico de Zagreb que hay que visitar. Por un lado la ciudad alta es la parte más antigua de la ciudad y en ella se encuentran los edificios e iglesias más representativos y emblemáticos, en tanto la ciudad baja es la verdadera “Pequeña Viena”, la cual se extiende desde la plaza de Trg Josipa Jelacica hasta la estación de tren. Tiene grandes edificios señoriales y unos hermosos jardines en donde uno puede pasear o tirarse en el pasto a contemplar en bellísimo paisaje.
El mercado de Dolac es uno de los más pintorescos de Europa, funciona desde 1930 y abre desde la mañana temprano hasta el mediodía. Allí se pueden adquirir alimentos de todo tipo, flores y otros artículos regionales. Vale la pena darse una vuelta por lo pintoresco que es.
El Hotel Esplanade con su lujosa e imponente arquitectura ha alojado a celebridades y grandes personajes de la historia y el arte. Vale la pena hacerle una visita para conocer su interior y si gustan también pueden quedarse a tomar un café o un aperitivo en su bar o probar las delicias de su restaurante.
En Zagreb van a encontrar muchos espacios verdes para disfrutar, una buena trilogía para conocer es El Jardín Botánico, ubicado en la parte baja de la ciudad, el Cementerio Mirogoj, uno de los más hermosos del mundo y, si uno puede trasladarse, recomiendo una visita al Parque Natural de Medvednica, una maravilla natural y uno de los paseos favoritos de los locales.
Todas estas visitas y actividades son un muy buen menú para decidir hacer una visita a Zagreb. Lo que más me gustó de la ciudad fueron los paseos al aire libre y los paseos gastronómicos, tomar café con pasteles en alguna plaza perdida, comer unos mejillones al paso, perderme caminando en la ciudad y descubrir edificios hermosos además disfrutar de la amabilidad de los locales, que aunque puedan parecer duros al principio, pues tengan en cuenta que la barrera idiomática es grande, en cuanto entran en confianza son personas muy amables y consideradas, traten de, como siempre digo, aprender una o dos palabras en el idioma local y eso los va a ayudar mucho, yo aprendí “buen día” que es “dobar dan” y nunca se olviden de decir “hvala”, para dar las gracias.
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