Mitos viajeros y prejuicios derribados
Las personas solemos llenar el vacío que produce el desconocimiento con conocimiento de segunda mano, cosas que escuchamos repetidas veces sin basamento en ningún tipo de evidencia, incluso con creencias que incorporamos a lo largo de nuestra vida, las cuales ni siquiera sabemos de dónde vienen, pero que damos por ciertas como si fueran verdades absolutas.
Resulta que, al mismo tiempo que empecé a viajar y a compartir mis experiencias y, también a nutrirme de experiencias ajenas, comencé a darme cuenta de que muchas de esas creencias, o verdades indiscutibles, no eran del todo ciertas, en el mejor de los casos, o eran una absoluta mentira, en otros.
Por otro lado existen una cantidad de prejuicios en los viajeros (y en las personas en general) respecto a lo que se pueden llegar a encontrar en algún destino que muchas veces les impiden hacer cosas o disfrutarlas plenamente, simplemente por esa arbitrariedad o recelo que nos hemos creado sin ningún tipo de sustento.
La gente conoce su país
Se supone que quien más conoce un país es alguien local, esto no es del todo verdad. Si bien hay más chances de que un local conozca su propio país, me he encontrado en situaciones en donde los locales no tenían mucha idea ni de su historia, ni de su geografía, ni de los orígenes de su propia cultura. Además, asumimos que un local conoce el propio país en su totalidad, eso es un gran error. Una persona puede vivir en una ciudad o región y no tener idea de otra región de su propio país, por lo tanto, para guiarse o dejarse aconsejar es necesario saber si están hablando con la persona indicada o, en tal caso, buscar varias fuentes de información, sean locales o no locales, para tener la información más completa.
Los estereotipos de nacionalidades
Que los franceses son antipáticos, los alemanes son fríos, los ingleses odian a todo el mundo y los españoles son brutos. Y puedo seguir enumerando el extenso estereotipado de nacionalidades hasta el infinito.
Nada de todo eso es cierto, nada. Y lo peor del caso es muchas veces por tener estos prejuicios nos perdemos de muchas experiencias. Yo, por ejemplo, tardé mucho en conocer Gran Bretaña por puro prejuicio, y lo cierto es que no hubo ningún inglés que se negara a ayudarme cuando me vio perdida y ninguno que me mirara con recelo o me tratara con antipatía. También he postergado conocer Alemania por creer que me iban a tratar despectivamente. Tal vez fue mi experiencia, pero conmigo fueron divertidos, amigables y bien predispuestos, digamos que la cerveza ayuda a relajar, pero fuera de broma, no he notado frialdad, sí respeto, pero no apatía.
Y ni hablar de los prejuicios con los españoles, será que los americanos tenemos la imagen del inmigrante de principios del siglo XX, esos que huyeron con lo puesto de una Europa rota, que con suerte tenían algo de instrucción, pero que con ese poquito salieron a trabajar a destajo de lo que fuera y, es cierto, a veces hablaban con errores (mi abuelito uno de ellos) y, claro, alrededor de eso se crearon los chistes de gallegos y quedó en nuestra cabeza un estereotipo que no encaja ni a la fuerza con la realidad de hoy porque, señores, han pasado 70 años y hoy día basta sentarse en un bar a escucharles hablar o compartir unas copas con ellos y darse cuenta de que tienen un grado de instrucción realmente envidiable.
Los Norteamericanos son superficiales y desapegados
Del punto anterior quiero destacar este prejuicio en particular porque es muy recurrente entre los viajeros y es el que hizo que yo misma postergara bastante mi primer viaje a ese país, luego del cual, debo admitir, me arrepentí de no haberlo conocido antes.
Estados Unidos es fascinante por su extensión, sus paisajes, su desarrollo económico, tecnológico y por su particular cultura, y es aquí donde quisiera poner el foco de este prejuicio
Los norteamericanos se caracterizan por interactuar de modo “no invasivo”, esto es algo muy inglés y lo tienen incorporado desde la primera infancia, por ejemplo, no está bien que una maestra del kinder bese a los niños, les da la mano, y este tipo de relacionamiento a algunos le puede resultar superficial o impersonal.
Otro ejemplo de eso son las llamadas “small talks”, a los americanos les encanta, o no toleran el silencio, no lo sé, son conversaciones muy amables de temáticas generalistas, en cualquier ámbito, que no buscar una profundidad, sino agradar y no hacer sentir incómodo al otro. Estas “small talks” puede pasar en un baño público, en un ascensor o con el mozo de un bar.
Otra cuestión a tener en cuenta es la distancia personal. Los latinos y muy especialmente los Argentinos somos toquetones y pegotones. En un estudio de 2017 sobre las distancias personales ideales según países, nosotros Argentinos lideramos el ranking de cercanía: con menos de 40 cms de distancia estamos cómodos si conocemos a la persona, en cambio países sajones necesitan 75 cms de distancia con gente conocida y más de un metro con gente desconocida. Nosotros a esa distancia mandaríamos un whatsapp! 🙂
Entonces es justo tildar de superficiales a los americanos por tener culturalmente un modo diferente, más distante, de relacionarse con las personas? No lo creo, pues del mismo modo podrían ellos decir de los latinos que somos muy invasivos al querer besar y abrazar a todos los que tenemos cerca.
En síntesis, esto es algo que debemos tener en cuenta siempre a la hora de visitar otro país: no juzgar su cultura, sino respetarla y adaptarse lo más posible a ella para evitar cualquier tipo de situación incómoda y, de ese modo, poder disfrutar a pleno de una gran experiencia de viaje.
En Europa todo es viejo
Bueno, esta frase la escuche de varias personas que visitaron Europa y volvieron desilusionadas porque solo vieron cosas “viejas”. Esto es tan indignante que no sabría por dónde empezar, mi respuesta rápida sería “vete a Disney”, pero vamos a explicar que esto es una mentira y que podrías estar perdiéndote de una gran experiencia por creerla.
En Europa conviven ruinas romanas, construcciones medievales y modernísimos edificios que poseen la última tecnología y diseño, basta con elegir los sitios y los paseos más afines a tu gusto para pasarla de maravilla. Además, no todo en Europa son las grandes ciudades, hay miles de pequeños pueblos y regiones en donde se puede disfrutar mucho de la naturaleza, muchos lagos, playas, montañas, bosques, etc. Realmente es muy ridículo hacer una sentencia tan sesgada, es un prejuicio basado en una visión limitada y simplona.
El arte es aburrido
Este prejuicio está bastante a tono con el anterior, pero me parece más común y atendible.
Hay muchas personas a las cuales el arte no les mueve un pelo y consideran que ir a un museo o ver una expresión artística es una real pérdida de tiempo.
Por el 2014 escribí sobre Esa gente a la que no le gustan los museos y di un par de tips para ayudar a esa gente a acercarse y empezar de a poco a apreciar el arte y sentirse interesado frente a cualquier tipo de arte.
Lo cierto es que en la mayoría de los casos el prejuicio sobre lo aburrido del arte radica en que resulta tedioso para el que no lo entiende, y no lo entiende quien no lo conoce, y no lo conoce quien nadie le ha explicado. A mi me pasa lo mismo con el ajedrez. 🙂
Fuera de broma, al que tenga este concepto tan infortunado sobre el arte, les pido que se den una chance y prueben con una obra que les guste, una sola, y busquen un poco de información sobre la historia de la obra, del autor o sobre alguna característica propia de ella, y van a darse cuenta de lo apasionante que resulta el arte.
En América Latina se hace solo “Turismo Aventura”
Resulta un poco gracioso ver a algunos turistas en las grandes ciudades latinoamericanas como San Pablo, Buenos Aires o Santiago de Chile vestidos de safari de pies a cabeza, como si en vez de hacer un tour por una ciudad fueran a visitar una reserva de leones en África.
Si bien es verdad que en Latinoamérica existen muchísimas posibilidades para hacer turismo aventura o turismo de montaña, lo cierto es que los países latinoamericanos ofrecen muchísimas más alternativas, tiene ciudades muy cosmopolitas con una amplia oferta cultural y arquitectónica y lugares de playas increíbles en ambos océanos, en donde no es necesario pasearse vestido de Indiana Jones, sino que están perfectamente adaptados para brindar todo tipo de comodidades al visitante. Así que esto es también mentira.
Los parques de diversiones son para niños
No soy fanática de los parques de diversiones, pero las veces que he ido, tengo que admitir, la he pasado muy bien, incluso yendo sin niños, es decir, haciendo un programa 100% para adultos me he divertido muchísimo, y lo destacable es que yo también pensaba que como el parque iba a estar colapsado de niños la iba a pasar mal, pero eso no sucedió.
Una de las mayores referencias que tengo sobre este prejuicio son las personas que viajaron a los parques de Orlando y Epcot llevando a sus propios niños y, no siendo el perfil de persona que yo imaginaría a los gritos en una montaña rusa, volvieron diciendo que quedaron fascinados con la sensación de poder disfrutar al igual que un niño. Entonces, este mito se derrumba solo. No se dejen llevar por estos moldes viejos en donde hay una edad para cada cosa, es mentira, siéntanse libres de disfrutar y no lo dudo de que lo van a hacer.
Nunca hables con extraños
Prejuicio instalado desde nuestra más tierna infancia y que tiene su lógica a cierta edad y en determinadas situaciones, pero siendo adultos y en una situación contenida no hay por qué privarse de tener conversaciones con gente que no conocemos, por el contrario, las charlas con esas personas pueden resultar increíblemente enriquecedoras.
Aquel que te atiende en un bar, en una tienda, otros turistas, compañeros casuales de algún tour, personas que encuentras en diferentes situaciones, todos ellos pueden aportar una nueva experiencia para tu viaje y créanme que estos encuentros suelen ser muy positivos en la mayoría de los casos.
Recuerdo un viaje caminando por Brujas una viejecita que salía de su casa nos invitó a pasar a ver las pinturas de su hermano. Esta maravillosa experiencia está documentada en este post.
No crean que no tuve algún pensamiento del tipo “aquí nos atracan”, pero me liberé de los prejuicios y conseguí una experiencia inolvidable.
El viaje del otro fue mejor
En la era en donde todas las instancias de la vida suelen validarse mediante publicaciones en las redes sociales, los viajes en particular son las estrellas de la marquesinas que nos proporcionan.
Esta sobredosis de paisajes, lugares y vidas plenas, felices y perfectas, pasadas por filtros que embellecen hasta el empalago, muchas veces nos llevan a pensar que el viaje de los otros es o fue mucho mejor que el nuestro.
Pues, por suerte, esto no es más que una gran y absoluta mentira.
Los viajes de los otros, sus elecciones y sus experiencias son propias de los otros, con sus más y sus menos, pero nunca pueden compararse con la propia experiencia.
No hay dos viajes iguales, no hay dos vivencias comparables, pues cada una está pasada por un filtro personal y matizada con todo aquello que somos, vivimos, sentimos y pensamos, con nuestra cultura y nuestras creencias, con nuestros valores y nuestras búsquedas personales. No hay mejor viaje que el viaje propio, nadie puede superar tu propia experiencia. No importa cuán linda le quedó la foto al otro, no sabes si luego de tomarla se ha peleado con su familia, se ha roto una pierna o se le ha manchado la camisa con tuco.
Las redes sociales nos permiten “editar” la vida de modo de que lo que se muestre sea solo lo mejor, y eso no puede ser la vara para medir tu propia experiencia. Si lo haces lo único que conseguirás será frustrarte y eso le quitará valor a tu propia vivencia.
Recuerda, el mejor viaje es el tuyo, siempre.
Espero haber colaborado a derribar estos mitos y creencias que habitualmente se tienen a la hora de viajar y que limitan muchísimo la hermosa experiencia que podría llegar a ser.
Viajar no es solo trasladarse de un lugar a otro, viajar es vivir una nueva instancia dentro de nuestras vidas, es conocer gente, explorar nuevas culturas y descubrir nuevos lugares. Es también desafiarse a sí mismo, ponerse a prueba en muchos aspectos, y darse cuenta de que uno es capaz de liberarse de esos prejuicios que limitan la vida.
Son los viajes y lo que uno deja que ellos hagan en tu espíritu lo que te pone de frente con quién en realidad eres y con quien puedes llegar a ser despojado de prejuicios.