Podemos cenar en un restaurante de alta calidad y buen precio? (en Pontevedra, sí!)
Este no es un posteo viajero de recomendaciones de sitios a los que ir y visitar a los que los tengo acostumbrados, sino que lo que pretendo es contar una historia, más bien una anécdota personal para que ustedes puedan tomar algún aprendizaje de ella y, de paso, se rían un poco.
Del mero título de la nota puede desprenderse el supuesto de que para mi bolsillito viajero el hecho de poder cenar en un restaurante de alta calidad es una rareza, por no decir una imposibilidad.
En septiembre de 2019 hicimos con Fabio una buena recorrida por Galicia, España, y si hay algo que caracteriza a Galicia es lo increíble de su cocina, aunque bien podría decir lo mismo de toda la cocina de España, pero lo cierto es que mi abuelo era gallego y tengo el gusto pegado por los pescados y los mariscos a la gallega de modo que casi me podría comer cualquier cosa que me sirvieran a la gallega y para mí siempre sería un manjar.
En esa recorrida paramos un día en Pontevedra, hermoso lugar y muy estratégico para ir de recorrida a Vigo que, depende de la época, se pone un poco salado en precios. La cuestión es que paramos en un hotelito muy bonito y barato que tenía su propio restaurante y ofrecía un menú de 3 pasos a algo de 12 euros, lo cual era bastante conveniente.
Consultamos hasta qué hora podríamos cenar y si había que reservar y nos dijeron que hasta las 23:00 horas estaban abiertos y que no necesitábamos reservar. Muy bien, bajamos al restaurante alrededor de las 22:00, si, ya sé que fue un poco tarde, igualmente nos sentamos en el restaurante y pedimos el menú de los 12 euros, pero ahí mismo nos dijeron que se les había agotado ese menú, que les quedaba solo comida a la carta, obviamente a los precios de la carta. Les pregunté si no nos podían armar algo diferente a ese precio y nos dijeron que no, que solo a la carta.
No debería haberme enojado, pero me enojé, porque pienso que podrían haber hecho el esfuerzo, ya estábamos sentados y, por favor señores, ustedes viven y vivirán de los turistas!
Pues les agradecí (irónicamente), nos levantamos y nos fuimos. Total que si voy a pagar a precio de carta me siento en el restaurante que me dé la gana.
Si conocen el centro histórico de Pontevedra saben que es un pañuelo de pequeño y a esa hora solo quedaban abiertos los lugares para tomar café o un trago, pero las cocinas ya estaban cerradas, dimos dos vueltas y yo rezaba por que no sea que tenga que volver a sentarme en el mismo restaurante de donde me fui ofendida porque prefiero cenar un café con leche antes de pasar ese papelón.
La cuestión fue que en la misma plaza del restaurate aquel restaurante de donde nos levantamos (Praza da Leña) había otro pequeñito con algunos comensales en la vereda que tenía pinta de quedar abierto por un largo rato más. Consultamos con el mozo y nos dijo muy amablemente que no cerraban hasta dentro de unas horas, que nos acomodemos a nuestro gusto, y así fue. Nos sentamos, nos trajeron la carta y la verdad que los precios eran muy razonables y, aunque no tenían gran variedad, todos tenían una descripción bastante elaborada, no era “tortilla de patatas” eran “mejillones de la ría con escabeche en espuma” o “arroz con berberechos y anémonas”, la verdad que eran platos de mucha elaboración en términos de sabores y texturas.
Con Fabio elegimos dos entradas para compartirnos y un buen plato que también compartiríamos porque tampoco que tuviésemos tanta hambre y el mozo nos dijo que eran abundantes las porciones.
No me acuerdo el nombre de platos pero eran seguro todos de mariscos y pescados porque para qué se va a Galicia si no es para comer mariscos y pescados?
Nos trajeron las entradas y eran una delicia, pero no una delicia de la que me zampo porque tengo hambre y sabe rico, una delicia la combinación de sabores de los platos y una maravilla la presentación.
Comimos las entradas y nos quedamos hablando un rato, tomando un vino blanco muy rico también y de repente miro hacia la puerta del restaurante para llamar a nuestro mozo, nosotros estábamos sentados fuera, en la plaza propiamente dicha, y veo que al lado de la entrada hay un cartel de Michelin. Le digo a Fabio, “estamos en un restaurante de la guía Michelin”. No me creyó, le digo mirá el plato en la puerta. Otra vez no me creyó y lo googleó! Les cuento que el plato Michelín distingue a un restaurante que si bien no tiene estrellas, está seleccionado por la Guía y garantiza la alta calidad.
No es que yo lo dudara de la calidad a esa altura, pero la cuestión que San Google nos confirmó que el restaurante en donde estábamos cenando, que se llama Loaira Xantar, es uno de los recomendados por la guía Michelin. Fue la primera vez en mi vida que algo así me sucede y fue sin planificarlo, de casualidad y con una carta maravillosa y sobre todo accesible para un turista.
Ahora viene lo bueno
Nos trajeron el plato principal, pero lo trae un mozo que no era el nuestro, era otro. Una bandeja muy cumplida, era un plato de pescado blanco y nosotros habíamos pedido algo con salmón, era raro pero posible, además tampoco que se veía muy bien qué había en el plato, era de noche y la luz era muy tenue. La cuestión es que Fabio le mandó el tenedorazo a la bandeja directo y luego de tragar me preguntó qué habíamos pedido? No me acuerdo, le contesté, algo con salmón.
Se acerca el mozo nuevamente y nos dice “perdón, pero les dejé un plato equivocado”, y lo toma para llevárselo, le digo “pero mi marido ya le comió un bocado!”
La cara del mozo me hizo la noche, pobre hombre, pero al mismo tiempo yo me estaba muriendo de vergüenza, Fabio se quedó mudo. Empiezo a elaborar una disculpa que ni me acuerdo de lo que dije y llegó nuestro mozo y nos pregunta qué pasó, le explicamos que nos habían dejado un plato que no era nuestro y que lo habíamos probado sin saberlo.
En mi mente yo estaba haciendo un pozo para tirarme dentro y taparme con tierra. Mi cara debe haber sido tan fatal que debo haber perdido todos los colores. Entonces nuestro mozo nos dijo muy enfáticamente que no nos hiciéramos problema, que el plato sería invitación de la casa y que para la otra mesa iban a hacerlo nuevamente.
No imaginan el alivio, o sea, no por pagar otro plato sino por el papelón de la situación, en definitiva el plato ajeno estaba excelente, y cuando digo excelente es porque estaba un buen escalón arriba de los estándares.
A los minutos nos trajeron nuestro plato, obviamente que bromeamos al respecto de que si nos seguían trayendo platos de otros comensales les íbamos a salir carísimos.
Nuestro plato era otra delicia, toda la comida fue de punta a punta una experiencia de sabores superior a cualquier otro restaurante de los “comunes”, y lo cierto es que estar el la guía Michelín distingue a un restaurante por ser exactamente eso, muy destacado en su categoría, y este lo es sin lugar a dudas.
Luego pedimos unos postres que sí recuerdo que era una mousse de arroz con leche porque amo el arroz con leche y estaba exquisita. Unos cafés y nos despedimos de todos como si nos conociéramos de la vida y este es otro aspecto a destacar, la amabilidad, cordialidad, buen humor y predisposición de todos los que allí trabajan es remarcable, los felicito y les agradezco nuevamente desde acá porque la verdad que tuvimos una velada que arrancó mal pero gracias a la profesionalidad del lugar, maestría de los cocineros y la amabilidad de los mozos, terminó absolutamente perfecta.