Lo que nadie te cuenta sobre obtener la Ciudadanía Italiana
Hay en Argentina 22 millones descendientes de italianos, y más de la mitad de ellos podrían aplicar para obtener el reconocimiento de la ciudadanía de ese país. Sin embargo a la hora de empezar a evaluar las posibilidades la mayoría se abruma con papeles, trámites, procedimientos y con la sensación de sentirse parado frente a dos largos caminos que hay que recorrer sí o sí.
El primer camino es hacia el pasado para armar el mapa de circunstancias familiares de nuestra italianidad y el otro es hacia adelante, y es el que incluye la realización de los trámites consulares necesarios y obligatorios.
Existen en la web una gran cantidad de publicaciones hechas por personas especializadas en hacer ciudadanías europeas en general e italianas en particular, que detallan al milímetro tanto las posibilidades como los procedimientos del reconocimiento de la ciudadanía, pero siempre desde la neutralidad de lo administrativo y nunca te cuentan lo engorroso, complejo, agotador y desgastante en términos emocionales, que puede llegar a ser.
Desde hace más de 5 años, de forma anónima y desinteresada, y a partir de mi propio aprendizaje, vengo ayudando a muchísima gente, mediante orientación e información, a poder iniciar (y terminar) su trámite de ciudadanía. Pero hoy quiero contar la historia completa de cómo fue que hice esos dos caminos que tuvieron todos los condimentos imaginables, no para ser un ejemplo, ya que no hay dos experiencias iguales, pero sí para que de mi experiencia puedan llevarse un aprendizaje que les sirva a la hora de enfrentarse con esos obstáculos que nunca te dicen que te vas a encontrar al recorrerlos.
Capítulo 1: El camino que no fue
Este camino inicia en Octubre de 2014, de regreso de unas vacaciones por España, y con pocas perspectivas profesionales, económicas y políticas en Argentina, me propuse firmemente hacer todo lo posible para conseguir la ciudadanía europea para contar con una “rueda de auxilio” en caso de necesitarla, pero sobre todo porque tengo una identidad y una educación familiar muy ligada tanto a España como a Italia, tanto que a mis 16 años pedí a mi madre la autorización para agregarme el apellido materno italiano porque sentí que solo el paterno español no me representaba enteramente.
Mi razonamiento para el puntapié inicial fue ir por la línea más corta que era la de mi abuelo español, papá de mi papá, gallego que nunca renunció a su ciudadanía y cuya situación particular, por los años en que yo creía que había emigrado (siempre me dijeron que había emigrado por la guerra civil) y nuevas disposiciones legales españolas (ley de memoria histórica del 2008 que habilita a nietos de los emigrados en esa época), yo creía que podría beneficiarme.
Un buen tiempo me pasé investigandoo y leyendo normativas y tratados internacionales a la vez que le pedía a mis padres cualquier documentación que tuvieran del abuelo que, aclaro, llevaba fallecido 25 años.
La primera sorpresa con esos documentos, y son muchas las que tuve en este proceso, fue descubrir que mi abuelo había llegado a la Argentina 10 años antes de la guerra civil, es decir, en ninguna guerra; ni en la primera, ni en la civil, ni en la segunda, y no sé quién es el responsable de esa historia épica, pero todos en la familia lo creímos hasta que lo contrastamos con los documentos. Y acá abro un paréntesis para advertirles que muy posiblemente en este primer camino al pasado vayan a encontrar algunos secretos familiares de los cuales no tenían ni sospechas.
Como les decía, fue mucha la búsqueda on line que hice sobre leyes migratorias y demás. En una de esas búsquedas, como es habitual, me saltaron avisos publicitarios de personas que gestionan estos trámites. Pensé entonces por qué no consultar a uno de estos gestores, cuyo pan de cada día es ganado gracias a su conocimiento sobre el tema, para esclarecer algunas dudas?
Elegí al primero de los avisos, pero pudo haber sido el segundo o el tercero, me daba igual, yo quería contactar a alguien que me pudiera proporcionar algo más de información.
Escribí al mail de contacto que indicaba el aviso, me presenté y conté brevemente mi caso. A los minutos me contestó una señorita muy amable preguntando si mi papá había hecho el trámite para nacionalizarse español, le contesté que no y me volvió a responder rápidamente, con una honestidad brutal; me dijo que no había forma alguna de que yo pudiera hacer la ciudadanía española y que no me podía ayudar más porque ella “no iniciaba trámites que sabía que iban a ser denegados” (atención con esta frase) es decir, todo lo que yo creía estaba mal y delante de mis ojos el camino terminó antes de comenzar.
Quiero que sepan que me sentí bastante frustrada, sin embargo, gracias a esta imposibilidad una puerta quedó abierta.
Capítulo 2: La revelación de la tía
Tengo una tía, hermana de mi mamá, con la cual suelo hablar por teléfono de tanto en tanto para contarle novedades y mantenernos en contacto.
Como es una persona, no quiero decir “desenchufada del mundo”, pero no susceptible a las alteraciones cotidianas y locuras recurrentes de la realidad, para mí, hablar con ella es un momento terapéutico. De todas formas, como digo una cosa, digo la otra, muchas veces tampoco puedo dar mucho crédito de lo que me cuenta por esta falta de conexión con la materialidad del universo, por decirlo de alguna manera.
Todo esto es para contar que cuando llamé a mi tía aquella semana le hice el relato de la frustrada gestión y le conté que estaba un poco deprimida porque yo tenía la ilusión de poder conseguir la ciudadanía europea y el sueño se había terminado antes de empezar.
Mi tía, tratando de darme algún consuelo me dijo, “bueno pero podés averiguar por el abuelo” (su abuelo, mi bisabuelo, italiano) y le dije que creía, aunque estaba segura, que no era posible porque se podía solicitar hasta 3 generaciones y por la línea materna no se podía hacer.
Mi tía, aunque tímidamente, insistió en su idea y me aseguró que a un conocido suyo, cuyo nombre mencionó y yo sigo sin saber quién es, le habían otorgado la ciudadanía por parte de su bisabuelo italiano por la línea materna, y me instó a que averiguara más.
Quiero que sepan que no creí mucho de lo que me dijo mi tía y no por dudar de su palabra, sino porque tiene ese tipo de personalidad etérea que nunca afirma ni niega nada con contundencia, de modo que sus enunciados no tienen la convicción de una verdad revelada, sino que son, más bien, globos de ideas tiradas al aire, y el que lo agarra lo agarra. Y yo, por las dudas, lo agarré, total, no había nada que perder.
Capítulo 3: Absolutamente posible
Corté con mi tía y me acordé de la señorita muy amable del aviso de gestoría quien me había dicho que “no iniciaba ningún trámite si sabía que iban a ser denegados”.
En un escueto mail, primeramente me disculpé por la insistencia, y luego le conté que había escuchado que era posible pedir el reconocimiento de la ciudadanía italiana por cuarta generación y por línea materna, porque ese era también mi caso.
A los 3 minutos me contestó preguntando por cuatro datos:
Si quien nació en Italia era el abuelo materno o paterno de mi madre.
En qué año había nacido mi madre.
En qué comuna nació mi bisabuelo.
Y si alguna vez el bisnonno se había naturalizado argentino.
Yo les puedo asegurar que me dió un vuelco el corazón simplemente por el hecho de no haber recibido un “no” rotundo de la brutalmente honesta gestora. Contesté el mail con los datos: Paterno – 1944 – Parma – Siempre fue italiano. Mail enviado.
La respuesta no tardó en llegar ni cinco minutos: Si, es absolutamente posible.
Y tuve que sentarme para no caerme al piso.
Acá me detengo para aclarar uno de los mayores aprendizajes del proceso y una de las cosas que la gente más ignora: para que Italia reconozca tu ciudadanía, no importa si tu antepasado llegó a América en 1492, entre otras cosas, lo importante que puedas demostrarlo.
Capítulo 4: La recolección de (casi) todos los datos
El camino no había ni siquiera empezado y yo festejaba como si ya hubiera llegado. En ese momento sentí, de verdad, que pasar de ninguna posibilidad a una posibilidad para mí era suficiente y me daba por ganadora porque estaba segura de que yo no iba a desistir y de que iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance para conseguirlo. Pero lo cierto era que estaba festejando por anticipado y no tenía la menor idea de lo que me esperaba.
Fue entonces cuando decidí trabajar con la gestora que el azar me había puesto delante porque ya había dado muestras de su honestidad (brutal). Quien me pregunte si vale la pena pagar un gestor o si es posible hacer la carpeta consular por su cuenta, le digo que, si pueden hacer ese esfuerzo, paguen un gestor, sin dudas. Hay colegas que no opinan igual y respeto esa opinión, pero la tranquilidad y la seguridad que brinda un profesional y saber que la carpeta consular que estás presentando está perfecta, sobre todo cuando se trata de una carpeta complicada, aunque no fue mi caso, amerita el gasto.
Siguiendo con el relato, al día siguiente la gestora me envió un instructivo de todos los documentos necesarios para poder hacer la carpeta y me pidió datos adicionales de la historia familiar, algunos pude darle con mi conocimiento y otros tuve que buscar y preguntar a la familia, mejor dicho, a muchos miembros de la familia, inclusive a algunos con los que no había hablado en mi vida, y esto lo menciono particularmente porque quiero que sepan que en este “revolver pasado” hay que sumergirse en las relaciones familiares existentes o rotas, y eso, créanme, supone una carga emocional enorme. Les doy un ejemplo bobo pero significativo; tuve que llamar a un primo de mi mamá, sobrino-nieto de mi bisnono italiano, y al que no ví en mi vida y, entre otras cosas, me contó que le había puesto a su hijo el nombre de mi abuelo materno en su honor, porque para él era un ejemplo de persona digna, generosa, trabajadora y honesta. Mi abuelo falleció cuando yo tenía un año y, por más que el primo de mi mamá me estuviera contando algo lindo, me puso muy triste darme cuenta de que yo no había podido disfrutar en absoluto a mi abuelo, ni tenía un solo recuerdo vívido de él en este mundo.
En cuanto a la documentación necesaria, puntualmente se trataba de los “actos de vida” de toda la línea, es decir, nacimiento, casamiento y fallecimiento, si correspondía, de las cuatro generaciones: bisabuelo Pedro Lázaro, fallecido obviamente, abuelo Pedro Luis, fallecido hace más de 40 años, mamá y yo, still alive.
Los de mamá y míos fueron los más fáciles, aunque de todos modos tuve que pedir la certificación de todo por parte del GCBA, y del abuelo Pedro Luis se complicó la fecha de casamiento y me la tuvieron que buscar en el registro civil con un rango de fechas posibles que les facilité.
Otro dato de color fue descubrir que mi abuela Luisa, es decir mi abuela materna, había cambiado su fecha de nacimiento en el DNI transformando un 4 en un 9 para quitarse años y simular casarse “más joven”. Les juro que no daba crédito de la inconsciencia del caso. Si, en cambio, esto mismo lo hubiera hecho mi madre, no hubiera sido un dato de color, hubiera sido un quebradero de cabeza. Consejo: No alteren documentos oficiales, nunca.
Del bisnonno Pedro Lázaro, del cual mi tía tenía el certificado de defunción, y esto lo menciono para que tengan en cuenta que hay que saber quién tiene qué papeles en la familia, pedí también la certificación en el registro civil de CABA, así como también pedí por rango de fechas el de su casamiento y, por suerte, me lo encontraron rápido.
La verdad que fue una gran ventaja que todos los actos de vida de la familia, menos el nacimiento del bisnonno italiano, obvio, hubieran sucedido en la misma ciudad porque eso no es habitual y para muchos representa uno de los peores problemas dado que deben pedirlos a registros del interior o de otros países que pueden no estar tan organizados. Es más, hay casos en donde directamente puede haberse destruido la documentación y eso conlleva otras gestiones adicionales.
Como les decía, ya había colectado casi todos los documentos y certificados, pero de la fecha de nacimiento del bisnonno Lázaro nadie tenía la menor idea y ahora debo presentarles a mi bisabuelo para que entiendan lo que sigue en esta historia.
Mi bisabuelo llegó de Parma a la Argentina a finales del siglo XIX, como muchos inmigrantes, con una mano atrás y la otra adelante y muchas ganas de trabajar. Su familia tenía mucho conocimiento sobre chacinados y él se enfocó de lleno a esa industria. Con los años fundó una fábrica de chacinados junto a sus hermanos en pleno momento de auge de los frigoríficos en Argentina. Tanto fue su éxito en esa industria que se convirtió en un referente, representante y promotor de la misma al punto de ser considerado uno de los italo argentinos más destacados de su época.
¿De qué me sirvió la fama del bisnonno Lázaro? Pues al ser un personaje destacado de la industria existen algunos trabajos académicos que lo mencionan y algunas biografías en donde, al menos, figuraba el nombre del pueblito de Parma en donde había nacido, en qué año había emigrado y a qué edad. No todo el mundo tiene esta suerte y para aquellos que no tienen el dato del pueblito o esa orientación de fechas, es el momento en donde se les complica la búsqueda o directamente desisten de ella. En mi caso, a pesar de tener todo esto a mi favor, su fecha de nacimiento no figuraba en ningún lado y ya no quedaba nadie vivo que pudiera recordarla.
Capítulo 5: Sola no puedo
A todo esto, siendo principios de noviembre y estando yo en plena recolección de documentos y certificados y búsqueda del único dato que me faltaba, es decir la fecha de nacimientos del bisnonno Lázaro, la gestora me comentó que los turnos para presentar las carpetas se abrían a principios de diciembre para todo el año siguiente (esto ya no es así, aunque sigue siendo un dolor de cabeza) es decir, tenía que conseguir el dato faltante rápido o posiblemente no llegara a armar la carpeta y debería esperar al próximo año; aunque también podía conseguir el dato y luego no conseguir el turno, de modo que eran varias las cosas que podían salir mal y para entonces todo el trámite me estaba resultando bastante estresante.
La fecha de nacimiento del bisnonno Pedro Lázaro (yo le digo Lázaro porque todos en la familia eran Pedro algo) se volvió una obsesión para mí. Recuerdo levantarme cada día con el único propósito de concebir una idea que me aproximara a ese dato, cualquiera sea, incluso la más alocada. Llegué a encontrar un registro de un censo, (ver debajo) donde figura como Pedro, su primer nombre, a la edad de 25 años, pero no figura su fecha de nacimiento.
Y un dato que me partió el alma, lo pueden ver resaltado, en la columna de “sabe leer y escribir”, dice No. Y aunque supongo que lo que no sabía era leer y escribir en español, y no que no tuviera instrucción, igual me conmueve la idea de que a pesar de haber tenido tantas desventajas, ser inmigrante, pobre y no entender el idioma, salió adelante y pudo progresar a fuerza de pura voluntad y trabajo duro, y creo que esa es un poco la historia de todos nuestros abuelos inmigrantes y, como descendiente, lo celebro con mucho orgullo por todos ellos.
Volviendo a la búsqueda de la fecha de nacimiento del bisnono, le pedí a mi mamá que fuera al cementerio para ver si en su tumba figuraba el dato; así lo hizo, pero solo estaban los años de nacimiento y fallecimiento grabados en una chapita, 1871-1952, es decir un 33% del dato que necesitaba.
Por otro lado, en los certificados de casamiento y fallecimiento que ya había conseguido, se menciona la edad que tenía al momento de casarse y fallecer, pero no cuándo había nacido.
Les explico con el ejemplo real: a los 31 días del mes de julio de 1909, Lázaro se casa a los 37 años de edad. Lázaro fallece el 17 de marzo de 1952 a los 80 años de edad. Haciendo la cuenta, sumada al dato del año de nacimiento de su sepultura, me daba que Lázaro había nacido entre el 1 de agosto y el 31 de diciembre de 1871.
Saber estas fechas era un factor importante porque si yo no llegaba a encontrar el dato exacto y la gestora tenía que pedirlo al pueblito en Parma, le acotaba muchísimo el rango de búsqueda y, por ende, la cantidad de tiempo que tardarían en encontrarlo.
Le comenté este descubrimiento a la gestora como si se tratara de un gran logro y, sin embargo, me dijo que intentara conseguir la fecha exacta porque, si bien era muy bueno tener esas fechas orientativas, el rango era amplio y en el pueblito se iban a demorar su tiempo en averiguar, encontrarlo y contestar.
Cuando me dijo eso me pasaron dos cosas, primero tuve la sensación de estar sola contra una tarea que me estaba sobrepasando, pero en el mismo momento se me ocurrió esa idea que tanto buscaba: si el dato lo tienen en el pueblito, por qué no escribirles a los del pueblito directamente y gano tiempo?
Con nada de italiano aprendido hasta ese momento y mucho “translate” envié un mail a la Municipalidad del pueblito (lo llamo pueblito porque hoy cuenta con 2 mil habitantes, imaginen en ese momento), contando quién era mi bisabuelo Lázaro (luego me enteré de que la mitad del pueblito lleva mi apellido, en fin, somos todos primos), que era una personalidad destacada en Argentina y que las biografías que había de él estaban incompletas porque no tenían la fecha de nacimiento, si eran tan amables de decirme con quién podría hablar para obtener ese dato faltante.
No sé ni cómo se me ocurrió escribir y tampoco se me ocurrió pensar por qué habrían de responder. La cuestión es que yo les escribí y era una posibilidad más, como dije anteriormente, nada tenía que perder.
Pasaron los días y no solo no hubo respuesta desde el pueblito sino que yo ya me había olvidado de ese contacto y seguía adelante con otras ideas. Empecé a contactar a algunas instituciones de las cuales había formado parte o fundado mi bisabuelo Lázaro para ver si en algún lugar había alguna documentación en donde figurara su fecha de nacimiento, pero nada pude obtener, incluso revolví títulos de propiedad, documentaciones de todo tipo y todo papel referido a su vida al punto de poder visualizar y poner en tiempo y lugar toda la historia de su vida. Toda, menos su fecha de nacimiento. Me encontraba en un callejón sin salida, agotada, frustrada y el tiempo seguía corriendo.
Era 12 de noviembre y ya no tenía mucho más margen, o le encargaba a la gestora la búsqueda del dato o posiblemente perdiera la posibilidad de ingresar la carpeta al año siguiente.
Recuerdo que ese día salí de casa temprano para ir a la oficina, resignada a mandarle un mail a la gestora diciéndole que avanzara ella con quien pudiera obtener la fecha de nacimiento del bisnonno y, si por eso teníamos que retrasar todo un año estaría bien, porque yo había agotado mis recursos y mis ideas.
Llegué a la oficina bastante antes que mis compañeros y repasé todos los papeles que tenía para ver si se me ocurría alguna otra idea y, pese a saber que había hecho todo lo que había podido, no podía evitar el sentimiento de derrota.
Para ese entonces solía tener diálogos internos con mi bisnonno Lázaro. Sin siquiera haberlo conocido era para mí como un viejo amigo al cual hacía partícipe de todos mis pensamientos. Quizás haber repasado su vida tantas veces, imaginar cómo habrían sido esas instancias, su vida en Italia, el viaje en La Veloce, el día que le contestó al censor que no sabía leer ni escribir y a la vez el día que abrió una fábrica y le puso su nombre, su casamiento años después en la confitería El Molino, la compra de su casa, el nacimiento de sus hijos, en fin, una vida increíble ahora desandada y reducida a unos pocos documentos enfrente mío, me daban la libertad de hablarle con total confianza, y no me acuerdo si lo dije en voz alta o lo pensé “Lázaro ayudame porque sola no puedo”.
Escribí el mail a la gestora con un nudo en la garganta y lo envié sin revisarlo, cosa que no hago nunca. Me levanté del asiento por puro impulso y fui hasta la cafetería a comprarme un desayuno y a no hablar con nadie.
Regresé a los 10 minutos y en mi bandeja de entrada había un mail nuevo. Era de la Municipalidad del pueblito. Me confirmaban la fecha de nacimiento de mi bisabuelo: 14 de noviembre de 1871.
Y no pude más que llorar. Por dos cosas, por saberme capaz de haberlo conseguido sola y por sentir que, en realidad, en este camino nunca estuve sola.
La biografía estaba completa.
Capítulo 6: El bendito turno
Le volví a escribir a la gestora 15 minutos después de mi primer mail y debió haber pensado que estaba loca, pero ya con el dato certero ella podía asegurarme que en 5 meses podía tener armada la carpeta y, por lo tanto, ni bien se abrieran los turnos del año siguiente, que eso era en unos pocos días de esa fecha, yo podía solicitarlo más o menos para mayo o junio.
En ese momento, 2014, los turnos se otorgaban de esta manera: un día a principios de diciembre, nadie sabía qué día, alrededor de las 00 hs de Italia, es decir 19 hs. de Argentina, en la web del Consulado se abrían los turnos de todo el año siguiente y, según mi gestora, y la realidad así lo ratificó, se agotaban en 24 horas.
Existía la posibilidad de que en el transcurso del año, otros días que nadie sabía cuándo, se abrieran algunos turnos remanentes que se podían encontrar si tenías muchísima suerte de estar navegando la página del Consulado italiano en ese momento, cosa improbable, pero además, en la realidad nadie te aseguraba que eso fuera a suceder.
Lo cierto es que todos aquellos que habían preparado la carpeta durante el año querían su turno y la única forma de obtenerlo era entrar a la web del Consulado a principios de diciembre, alrededor de las 19:00 hs, a ver si estaba el comunicado de la apertura de turnos. Parece fácil? No lo es.
Los problemas con esta modalidad eran muchos. No todos los días se puede estar a las 19 hs frente a una computadora, uno puede olvidarse, puede tener otros compromisos, puede no tener buena conexión o podría caerse la página del Consulado, entre otras cosas. Desde un punto de vista operativo el método era malo; luego lo cambiaron y los problemas ahora son otros, pero yo en ese momento veía todo operar en contra de mis posibilidades lógicas. Era un día en donde todos se jugaban la chance de tener el turno, podrías tener éxito o fracasar en el intento y esperar un año más, así de simple y cruel.
De las cosas que nadie te cuenta sobre tramitar la ciudadanía italiana, el grado de dificultad de conseguir el turno para ingresar la carpeta es la peor, la que es común a todos y la más frustrante, y si bien el método de otorgamiento de turnos ahora habilita varios días por semana y es totalemnte diferente, sigue siendo muy difícil y muchas veces la impotencia y la frustración es tal que algunos desisten del trámite en esta etapa o lo postergan indefinidamente para más adelante.
Yo confiaba en mi perseverancia, pero admito que la perspectiva de mis posibilidades me angustiaba bastante y, por otro lado, también me daba bronca que habiendo recorrido todo el camino para atrás, que no fue fácil, y a punto de dar el primer paso hacia adelante, la cosa se me presentara, no digo que como la metáfora de lo imposible, pero con un hermoso grado de dificultad.
Capítulo 7: El equipo
Dos días más tarde volvíamos de dejar toda la documentación en el estudio de la gestora para que comenzara con el armado de la carpeta, en realidad de las carpetas porque, aunque no lo mencioné anteriormente, mi hermana participó del armado porque también quería su ciudadanía, no así mi mamá, (no es obligatorio que toda la línea haga el trámite), aunque sí nos ayudó muchísimo con los papeles, las gestiones y, sobre todo, recordando fechas, nombres, cumpleaños, casamientos y demás datos imprescindibles.
Quien también nos ayudó y tuvo un papel preponderante, ya verán por qué, fue mi marido Fabio que, como iba diciendo, manejaba el auto desde lo de la gestora mientras que yo, aprovechando que esos momentos muertos de traslados de un lugar a otro son para mí los más reflexivos, permanecía en silencio y con el pensamiento dominado por la cuestión del turno.
Sabía que en el sitio del Consulado las novedades se anunciaban en una cajita en la sección de los comunicados. Allí cada 3 o 4 días se publican comunicaciones de toda índole, y en esa misma cajita es en donde se anunciaría la apertura de turnos, es decir que todo lo que necesitaba era tener un ojo puesto en esa cajita de novedades alrededor de las 19 horas, todos los días a partir del 30 de noviembre, actualizando la sección cada cinco minutos, nada más. (y nada menos!)
En un momento tuve que admitir que yo sola no podía tener esa disponibilidad de tiempo, incluso pensando hasta en tomarme vacaciones de mi trabajo para poder dedicarme solamente a mirar la página, esta vez sola no iba a poder en serio, esto tenía que ser un trabajo en equipo o iba directo al fracaso. Por suerte, si hay algo en lo que yo soy buena, modestia aparte, es en organizar equipos.
Así fue como, entre los miembro de la familia (mi equipo) armamos una grilla de días y horarios para hacer guardias de supervisión de la página, en donde cada uno se comprometía a cumplir a rajatabla con su guardia. Nos programamos avisos, compartimos todos los datos necesarios para la solicitud y establecimos suplencias y cadenas de comunicación por cualquier eventualidad.
Llegada la fecha ya estánbamos super organizados y habíamos dedicado varias horas a navegar la página del Consulado hasta el último botón. Aprendimos su arquitectura y su funcionamiento para que nada nos sorprendiera ni retrasara el día de sacar el turno. Conocimos cada sección, cada link y nos familiarizamos con los tiempos de respuesta de cada uno.
Estábamos listos. Si fracasábamos no iba a ser por improvisados.
Capítulo 7: Suerte inesperada
Si estuvieron atentos a la lectura se habrán dado cuenta que el “cumpleaños 147” del bisnono Lázaro estaba por suceder en esos días entre que llevamos los documentos a la gestora y se abrieron los turnos. Específicamente era el 14 de noviembre.
A mí no me sacan un peso para jugar a la lotería ni con cirugía mayor, pero a mi hermana le pareció un buen motivo para probar suerte.
Me avisó que iba a jugar al 147 en la lotería del 14 de noviembre y para no dejarla sola le dije que yo también participaba con la mitad de lo que pusiera. Y me olvidé, y ella un poco también se olvidó porque me llamó recién el 18 a la noche, mientras yo estaba en medio de una clase, para avisarme que no habíamos ganado un premio, habíamos ganado dos!
Esta es una anécdota que corre por fuera del tema de la ciudadanía pero fue divertido y a la vez emocionante tener ese “aval del destino” en forma de ayuda económica totalmente inesperada. No se trataba realmente de mucho dinero, pero con eso pagamos una buena parte de las gestiones, así que, otra vez, gracias Lázaro, dondequiera que estés y feliz cumpleaños!
Capítulo 8: Todo para adelante
Los primeros dos días de guardia familiar no hubo novedades pero tengo que confesar que los viví con bastante ansiedad. El tercer día, era 2 de diciembre, le tocaba la guardia a mi marido y quiso la casualidad o la intuición, pero estuvo atento desde más temprano. Y a las 18:30 se publicó en la página la comunicación de la apertura de turnos.
En ese momento yo estaba en un evento laboral y recibí su mensaje tal cual habíamos establecido, y mientras él intentaba conseguir los turnos yo, lejos de cualquier computadora y sin posibilidad alguna de ayudar en nada, no hacía más que temblar como una hoja sin saber qué estaba pasando.
Por su parte, luego mi marido me contó su experiencia del proceso de sacar el turno. Al minuto del anuncio la página del Consulado se puso muy pesada y los pasos confirmando cada cosa tomaban su tiempo por la saturación lógica que provoca tanta cantidad de usuarios a la vez, es decir, quedaba claro que muchos fueron los que estuvieron bien al pendiente de la apertura de los turnos. Pero nosotros estábamos preparados y la verdad es que no conozco a nadie tan rápido y tan seguro frente a un teclado como mi marido. Para mí fueron diez minutos eternos hasta recibir su confirmación en mi teléfono. “Listo, saqué los turnos para el 1 de junio”. Y se me aflojaron las piernas. Ahora sí, lo habíamos logrado.
Lo que también tenía sacado en ese momento era un pasaje de avión para mis vacaciones desde el 20 al 30 de Mayo, así que después de meditar el peligro que suponía la cercanía entre el regreso de las vacaciones y el turno, considerando paros, cuestiones meteorológicas y contratiempos posibles de toda índole, cancelé las vacaciones. Me dolió perderlas? Sí, pero no podía arriesgar perder el turno, y esta es otra cosa que les puede suceder, y mi recomendación es que no importa lo que tengan agendado ni vale ningún imprevisto o situación excepcional: salvo caso de vida o muerte, el día del turno es sagrado y por nada del mundo lo pueden perder.
Así fue que desde ese momento todo fue para adelante. La carpeta consular estuvo lista bastante rápido, en 4 meses, porque según me comentó la gestora, nunca antes había hecho una carpeta que tuviera todos los datos completos.
Llegada la fecha del turno nos presentamos no sin un poquito de temor a que algo estuviera mal o faltara, por suerte eso no sucedió. En realidad no fue suerte, la gestora fue impecable en su trabajo de asesoramiento y el armado de la carpeta no tenía una sola fisura.
En el Consulado debimos hacer el pago de 300 euros para iniciar el trámite de reconocimiento, y si bien no es un monto imposible, es importante y hay que contar con ese dinero el día del turno, así que otro consejito es que vayan ahorrando con antelación.
El trámite fue breve, de hecho en media hora estábamos afuera tomando un café, y a partir de ese momento todo dependió de un solo factor que no es para subestimar: Tiempo.
Capítulo 9: Las esperas
Las esperas son otro de los factores de estrés e incertidumbre que nadie te cuenta. Todos te dicen que “solo tenés que esperar”, pero uno nunca deja de pensar en que algo puede salir mal, que el trámite puede dilatarse más de lo estipulado o que pueden surgir inconvenientes.
Esperar es algo con lo que hay que saber lidiar y pese a que todos te dicen que son aproximadamente de un año y medio a dos años de espera, cuando se va aproximando la fecha y no hay novedades, no podés evitar estar preocupado y ansioso.
Finalmente el tiempo pasó, porque al tiempo no le queda otra, y la ciudadanía me fue confirmada por mail en diciembre de 2016, es decir 18 meses después de haber ingresado la carpeta y algo más de dos años contando desde la búsqueda y la obtención del turno.
Era un mail de solo dos renglones, pero fue tal mi falta de credulidad que se lo reenvié a la gestora para asegurarme de que yo no estaba leyendo mal. Y no, no estaba leyendo mal, me respondió: “¡Felicidades, sos italiana!”
En el mismo mail también decía que para solicitar el pasaporte debía esperar otros 60 días. Dejé pasar los 60 días, completé una solicitud on line, y esta vez saqué el turno muy fácilmente, ya que de ese tipo de turnos siempre hay disponibilidad.
El dia de la cita fui con un par de fotos carnet y, pago mediante de 116 euros, me volví a casa con el Pasaporte Italiano.
Y este es final del camino.
Capítulo 10: Conclusiones
Si llegaron hasta acá con la lectura, realmente los felicito porque se me hizo larguísimo el post. Espero que mi historia les haya resultado interesante y sobre todo, útil.
Para ir cerrando, entonces, hago una síntesis de esas cosas a las cuales se van a enfrentar en el proceso de ir en búsqueda de la ciudadanía italiana y que nadie te cuenta y también algún consejo que me hubiera gustado a mí tener al momento de hacerla, al menos como para saber que lo que me pasó a mí le pasa a casi todos y para tener ese apoyo y esa palabra de aliento tan necesaria.
–Historias familiares desconocidas
En este proceso pueden llegar a descubrir secretos familiares de los cuales no estaban enterados, porque hay que decir que no todos fueron prolijos con sus vidas y la falta de estructura institucional de fines del siglo XIX o principios del XX, habilitaban todo tipo de informalidades: gente con dos familias, matrimonio entre parientes cercanos, adopciones turbias, adulteración de documentos, gente que estafó a la familia, y otros secretos con los cuales es posible que se encuentren.
–Lidiar con datos o creencias erróneas
Es de lo peor del proceso. Mi consejo es que arranquen como si no supieran nada y se dejen guiar por un profesional del tema y no por rumores o creencias sin asidero o personas que dicen saber del tema y que no saben o que te orientan mal. Infórmense primero sobre sus posibilidades de obtener la ciudadanía y de los pasos a seguir. Yo tenía información mala y de haberla tenido bien este trámite lo hubiera hecho muchos años antes.
–La frustración y el cansancio de conseguir los datos
Traten de conseguir la mayor cantidad de datos de la línea familiar, cuanto más datos tengan, menos se tarda en hacer la carpeta. A veces es difícil, sí , pero no es imposible, no se rindan.
–El costo emocional de revolver el pasado
Todo el abanico de emociones puede aparecer en cualquier instancia de este recorrido, es normal y viene muy bien tener algún amigo o pariente de mucha confianza que les preste la oreja para compartir esas emociones.
–Restablecer lazos con familiares desconocidos
Yo creo que hacerlo es positivo y que pueden surgir cosas muy lindas a partir de volver a estar en contacto con parte de la familia. Y si hubo conflictos en el pasado que deterioraron las relaciones entre algunos parientes, esta generación no tiene la culpa.
Por otro lado, háganle saber a los familiares que puedan ayudarlos con la documentación y con datos que, para ustedes, este trámite es importante, les aseguro que van a recibir la colaboración que necesitan.
–Las esperas
Traten de no ponerse ansiosos entre que se ingresa la carpeta y se otorga el reconocimiento. Si en el Consulado te tomaron la carpeta, tranquilo, el trámite sale. Paciencia! Piensen en plazos de máxima y no de mínima para reducir las ansias.
–Querer darse por vencido
Puede que en algún momento no tengan más fuerzas para seguir intentando, sea en la búsqueda de un papel, de un dato o del turno, y quieran abandonar. No se desalienten ni renuncien. Perseveren siempre, y cuando crean que ya no pueden hacer más, piensen qué más pueden hacer. Sean creativos, sean optimistas y nunca descarten una idea por más loca que parezca.
Por último, saben que pueden contar conmigo, si tienen una consulta y los puedo ayudar estaré encantada de hacerlo. Pueden escribir a mi mail o dejar su comentario y lo contestaré con mucho gusto.