Milán de la mano de Umberto Eco: Iglesia de San Bernardino alle Ossa
Este año Umberto Eco editó su último libro llamado “Número Zero”, es una novela corta cuya temática asociada al poder de la prensa escrita me sedujo de inmediato.
Sin saber demasiado más que eso lo empecé a leer, y quiso la casualidad que la historia del libro transcurre en Milán, ciudad que no conocía pero a la que tenía planificado ir en unos meses.
Lo interesante para mi espíritu inquieto es que en “Numero Zero”, Eco y su estilo hiper descriptivo mezcla conspiraciones con fantasmas de la historia y te lleva a dar un exhaustivo paseo por Milán, y lo más hermoso: nunca te suelta la mano.
“¿Y por qué te atrae este Milán que ya no debería existir?
-Te lo he dicho, quiero ver lo que ya casi no recuerdo, el Milán de mi abuelo y de mi padre.”
A medida que fui leyendo iba marcando lugares interesantes para conocer que eran los escenarios que Eco había elegido para relatar su historia: bares, calles, plazas, monumentos etc… y entre esos lugares se encontraba una Iglesia en donde transcurre una escena en la que se devela un secreto tan esclarecedor como mortal: San Bernardino alle Ossa.
“Era mayo, y al cabo de treinta años sentía la primavera en los huesos.
¿Por qué pensé en los huesos? Sería porque precisamente esa tarde, recuerdo, Braggadocio me había citado en el barrio de Verziere, delante de la iglesia de San Bernardino alle Ossa. En una callejuela esquina con la piazza Santo Stefano.”
La Iglesia es pequeña y por fuera no se caracteriza por nada en particular, está a solo tres cuadras del populoso centro de Milán y sin embargo es una zona muy tranquila.
El origen de esta Iglesia se remonta al 1115, cuando un hospital y un cementerio fueron construidos en frente de la Iglesia de San Esteban.
Sucedió que en 1210, cuando el cementerio se quedó sin espacio, construyeron una habitación para depositar huesos, ese lugar se convirtió en osario y en 1269 se construyó esta pequeña Iglesia pegada al osario.
En la primera restauración, en el año 1679, se cambió la fachada y se incorporó el osario a la Iglesia y se decoró con los mismos huesos que contenía, utilizando solo las tibias y las calaveras de los esqueletos.
En 1712 un incendio destruye la Iglesia y es reconstruida de un tamaño mayor teniendo en cuenta la popularidad del osario. En ese momento se la nombró Iglesia de San Bernardino de Sienna, popularmente conocida como “alle Ossa”, o “de los huesos”.
“Bonita iglesia me iba diciendo Braggadocio mientras entrábamos, lleva aquí desde la Edad Media pero entre derrumbes, incendios y otras vicisitudes la reconstruyeron tal como está apenas en el siglo dieciocho. Nació para recoger los huesos de un cementerio de leprosos, que al principio quedaba cerca de aquí.”
Al ingresar me encontré con una nave pequeña y una decoración barroca muy simple, y lo que llamó mi atención profundamente es que sólo había unas 4 personas allí dentro, es realmente un lugar que si no se tiene una referencia previa uno se lo perdería, ya que no hay nada por fuera que llame la atención y en las guías de turismo no está mencionada, salvo raras excepciones.
Por un pasillo interior de la Iglesia se accede al osario, una habitación de no más de 40 metros cuadrados decorada con huesos desde el piso al techo, con pocas filas de asientos y un altar muy pequeño.
El osario es realmente impresionante y conjuga de una manera estremecedora con el silencio que reina en todo el lugar.
Se puede ver de cerca el trabajo de la decoración realizada con los huesos y la vista sin querer busca los detalles, las figuras, los ángulos y todos los secretos de esa decoración.
“Entramos en el osario a través de un pasillo. La capilla estaba desierta, excepto por un viejecita en un banco de la primera fila, que rezaba con la cabeza entre las manos. Cabezas de muertos yacían amontonadas en altos nichos entre pilastra y pilastra, cajas de huesos, calaveras dispuestas en cruz engarzadas en un mosaico de piedrecillas blancuzcas que eran también huesos.”
Muchos encuentran estos osarios, o el arte con huesos humanos, una práctica un poco macabra, pero es arte al fin y creado desde un elemento de peso sumamente significativo, así que no se trata solamente de apilar huesitos.
Para los amantes de este tipo de arte tengo escritas un par de artículos como Las Catacumbas de París y el Osario de Sedlec. Pueden darse una vuelta.
“En los nichos a nivel del visitante protegidos por una malla metálica ancha donde se podían introducir los dedos, los huesos y los cráneos habían sido abrillantados y pulidos por el toque plurisecular de manos devotas o necrófilas.”
En particular me encantó la visita porque fue un descubrimiento desde un libro y una búsqueda activa de terminar de significar un relato, y al mismo tiempo poder concluir en persona el paseo imaginario al que me invitó Eco. Honestamente, para mi, no pudo ser mejor.
En cuanto al autor (primeramente les recomiendo el libro, se lee rápido y como pueden ver, escribe mejor que yo), creo que la elección de esta Iglesia en particular, este Osario pegado a un viejo cementerio no es casual.
Todo adquiere forma y significado y se revela naturalmente como si fuera obvio: Esos huesos y calaveras incrustadas en las paredes del santuario se convierten con la pluma de Eco en un símbolo de pasado y presente, y el secreto que se revela con este escenario de fondo es tan grande como el secreto que cada muerto se llevó a su tumba, y no hay testigos, solo las cuencas vacías de lo ojos y la risa eterna de las calaveras.
“La vieja está seducida por estas imágenes de muerte que toma por imágenes de santidad; y, aunque ya no consigo localizar dónde, debajo de ese altar debería verse el cuerpecillo semimomificado de una chiquilla que, según dicen, sale la noche de los muertos con otros esqueletos para hacer su danza macabra.”