Campo de Concentración de Dachau, metáfora del espanto.
Tendemos a suponer que visitar un sitio histórico estando de viaje no sólo nos va a llenar de conocimiento y va a expandir nuestro entendimiento del pasado, sino que también nos va a alimentar el espíritu.
No quiero decir que este no sea el caso, por el contrario, hacía mucho que mi entendimiento no se enfrentaba tan de cerca con la evidencia, pero esta vez el alimento del espíritu tuvo un gusto muy amargo y triste.
Salimos a la mañana desde Nuremberg, un poco frustrados porque quisimos ir a los Tribunales de los famosos Juicios de Nuremberg, pero nos fue imposible por falta de tiempo y los horarios acotados que tienen.
La idea era llegar a Munich por la tarde y hacer una parada en Dachau para conocer el Campo de Concentración Nazi, es una idea que habíamos discutido previamente, y lo aclaro porque no todos pueden estar dispuestos y de ánimo para hacer esta visita, pero estuvimos de acuerdo. Yo quería conocer un campo de concentración y dejar la visión ajena de lado, ahora todo aquello que fue dicho lo quiero ver con mis ojos.
Seguro que estarán pensando “Vos si que te sabes divertir” y entiendo perfectamente porque estando de viaje uno trata de que todo se desarrolle en un ámbito ameno, divertido y placentero y esto estaba en las antípodas de estos tres adjetivos, pero también me gusta indagar, conocer la cultura y adquirir un sentido de entendimiento propio, inclusive cuando me enfrento a realidades incómodas, por llamarlo de alguna forma.
El Campo de Concentración de Dachau queda a poco más de 20 kilómetros de Munich, fue uno de los primeros construidos y utilizados por el nazismo, estuvo activo desde 1933 (bastante antes de la guerra) hasta su liberación en 1945.
Su director, el infame Theodor Eicke, tenía la fiel creencia de que los prisioneros eran los “enemigos infrahumanos del Estado” y el tratamiento que les daba era exactamente ese: infrahumano.
En principio quienes eran enviados al campo eran los enemigos del régimen, que incluía a políticos, religiosos, aristócratas e intelectuales, y los trabajos asignados eran de mejoramiento y mantenimiento de las instalaciones, no tenían uniforme ni sufrían malos tratos más allá del hecho de estar en prisión, que no era poco.
Con el tiempo y el inicio de la guerra desembarcaron en el Campo las nefastas SS, o policía Nazi, y tanto el trato a los prisioneros como las condiciones de vida cambiaron radicalmente para peor con un discurso que llamaba a los camaradas del régimen a tratar a los prisioneros como “cerdos de naturaleza criminal”. Yo digo que ni un cerdo se merece ser tratado de esa forma.
En total unas 200 mil personas de más de 30 países fueron recluidos en Dachau, hay más de 40 mil asesinatos registrados y otros tantos murieron como consecuencia de experimentos médicos o por enfermedades.
En los últimos meses antes del fin de la guerra, apremiados por el tiempo, los recursos y temerosos por derrota inminente y posteriores juicios, los nazis pusieron en marcha un sistemático y masivo exterminio humano que tenía que cumplir con las siguientes premisas: rápido, barato, eficiente y ocultable. Cumplieron con casi todo.
La Visita
Se llega en auto o micro o tren, el acceso es gratis, el estacionamiento sale 3 Euros. Hay una confitería con toilettes y un local comercial en donde se venden sobre todo libros acerca del holocausto.
Lo primero que impresiona es el lugar, es muy grande y está alejado del casco urbano por lógicas razones, pero uno puede imaginarse el terror de aquellos que recorrieron los mismos pasos al sentirse aislados, amenazados y sin salida alguna.
Al ingresar se puede ver la estructura de las barracas principales que están reconstruidas total o parcialmente para que se pueda ver la disposición de las habitaciones de los prisioneros, también los baños y los sectores de uso común que, por supuesto, están todos conseravdos y vacíos, imaginarlo lleno de gente hacinada, sucia y enferma es otra cosa.
Se visitan también algunas barracas que fueron los sectores administrativos, estos están casi originales y en ellos se conservan algunas habitaciones que fueron funcionales a la administración del campo y una exposición que tiene más que ver con el Museo en sí, donde se exhiben fotografías, elementos, cartas, historias y documentación de todo tipo que reconstruyen hasta los detalles cómo fue la vida y la muerte allí dentro, y echa luz sobre cualquier suposición que uno hubiera podido hacerse de antemano porque, para ser honesta, cualquiera en su sano juicio es incapaz de imaginar tanto espanto.
La visita continúa por un campo abierto, lugar en donde se encontraban las barracas del Campo original, vale la aclaración de que fue ampliado siete veces su tamaño.
Esas barracas fueron desmanteladas pero se conservan las marcas en el suelo en donde estaban instaladas para dar una dimensión de la cantidad de barracas que existían.
Esta caminata tiene un propósito oculto inevitable. Da la posibilidad de dimensionar gran parte del cerco perimetral y las medidas de seguridad que tenían: una zanja de dos metros, tras la zanja un cerco de alambre de púas electrificado y detrás del cerco una pared de casi 4 metros de alto que conforma el muro exterior desde donde se levantan las torretas de vigilancia armada.
Cuál es el propósito oculto e inevitable? Lo oculto es que te encontrás pensando cómo harías para salir de ahí vivo, y lo inevitable es sentir la desesperación de saber que es imposible.
Al llegar al fondo de ese campo hay 5 capillas de diferentes religiones que son parte de los monumentos que se hicieron para el Memorial junto a otros monumentos y estatuas.
Pasando las capillas, por un camino angosto que se abre hacia la izquierda se llega al “Crematorio”, está identificado de esa forma, yo no hubiera usado esa palabra tan aséptica para describir ese lugar, pero tampoco se me ocurre otra.
Hay carteles que te advierten acerca de que lo que se está a punto de ver puede resultar perturbador, menos mal que avisan….
Lo que ellos llaman “Crematorio” en realidad es una verdadera producción en línea de muerte.
Empieza por salones a donde eran llevados los prisioneros y se les decía que era necesario que tomaran un baño.
Junto a ese salón hay otro de igual tamaño en donde se les indicaba que dejaran sus ropas y pertenencias.
Luego los hacían ingresar a lo que los prisioneros creían que eran las duchas y que en realidad eran cámaras de gas, incluso todavía se pueden ver los pequeños duchadores simulados de donde nunca saldría ni agua ni nada.
La carga de gas era puesta desde afuera en una especie de buzón que desde adentro tenía rejas de acero.
Las puertas se cerraban y los prisioneros quedaban en total oscuridad, se colocaba la lata de gas Zyklon-B en esa especie de buzón, y en 15 minutos no quedaba nadie vivo.
En la sala contigua a la cámara de gas se encontraban los hornos, como ven hasta acá, una línea de producción atroz, brutal y perversa.
También se pueden visitar los primeros hornos que existieron en un principio, eran menos, se usaban para lo mismo pero no en forma masiva, cuando no alcanzaron los primeros construyeron más.
Luego se pueden recorrer los campos que ya no forman parte del Memorial, son sólo campos enormes sin estructuras, solo con vegetación y algunos senderos.
Hasta acá la visita a uno de los campos de concentración más grandes del nazismo junto con Auschwitz y Treblinka, y vale el dato de que existieron más de 70 campos de exterminio en toda Europa en donde el desprecio por la vida se multiplicó por millones, literalmente hablando.
No quiero entrar en los detalles morbosos porque los hay, claro, pero no hacen al mensaje.
Uno no sale de Dachau, ni de ningún otro campo, siendo la misma persona, hay un gran sentido de incredulidad que se enfrenta con una realidad que supera lo impensado. Hay algo que ya no está en el imaginario pero que resulta dificil de creer porque excede cualquier parámetro de entendimiento que podamos tener.
Para eso fui y por eso se los cuento.
Si alguien mañana me dice: “Esto no pudo ser verdad, no fue tan así, no pasó” ahí estaré para decirles que si fue verdad, que yo lo vi, y que fue mucho peor de lo que nadie nunca pudiera imaginar, que sí pasó y que nos pasó a todos.
Volvimos caminando por el mismo sendero junto a otros visitantes, todos en silencio.