Tengo miedo a volar
El miedo a volar o aerofobia es uno de los impedimentos más grandes que la gente tiene a la hora de definir un viaje.
Primero y principal hay que aclarar un par de cosas, no se trata de una enfermedad, es solo un síntoma de muchas posibles causales y, además, no es una rareza, alrededor del 30% de las personas es aerofóbica en algún grado, que puede ir desde la incomodidad o estrés a la hora de abordar un vuelo, hasta la fobia o pánico que impide que una persona siquiera se acerque a un avión o evalúe la idea de alguna vez subirse a uno.
A qué realmente le tenemos miedo?
Lo cierto es que existen varios tipos de fobias a volar: la más común es pensar que el avión se va a estrellar, y eso se traduce en una muerte segura, es decir, es nada más y nada menos que miedo a la muerte. Luego están los que tienen miedo a sufrir un ataque de pánico, es decir, miedo a tener miedo. También están los claustrofóbicos, son aquellos que temen no poder escapar de un lugar, los ligirofóbicos, los que temen a los ruidos fuertes propios del avión, y los que le tienen miedo a las turbulencias, el cual es un temor directamente asociado con el miedo a que el avión se estrelle.
Estos miedos pueden afectar a las personas en varios aspectos de su vida, desde evitar irse de vacaciones o visitar familiares y amigos, hasta perjudicar una carrera si se trata de un profesional que, por su actividad, debe viajar por negocios o capacitaciones.
Debemos tener en cuenta que la aerofobia no solo es un problema para las personas que lo padecen, también lo es para sus familiares, amigos o colegas de vuelo, quienes deben tener en cuenta esta condición en su compañero, y también para las tripulaciones que lidian con situaciones de angustias en un entorno donde no hay mucho margen de maniobra, pues uno está en un tubo de metal, a 3 mil metros de altura, con 200 personas desconocidas y sin lugar a dónde ir.
Por otro lado, las aerolíneas también son conscientes de que hay un 30% de su potencial clientela que preferiría otro medio de transporte al avión, hecho que para ellas se cristaliza en claras pérdidas de oportunidades comerciales.
Algunas líneas aéreas tomaron la iniciativa de ofrecer cursos, algunos gratuitos y otros pagos, para el manejo de la aerofobia, y digo manejo porque, como mencioné antes, esto no es una enfermedad, por lo tanto no tiene cura. Si usted, amigo lector, sufre de aerofobia tiene que saber una gran verdad: no se va ni se quita. Se puede mejorar muchísimo con diferentes técnicas y lo cierto es que no a todos le sirve la misma.
Tengo aerofobia y sin embargo vuelo
Amo viajar y creo que no existe en el mundo ninguna otra experiencia que lo supere, pero disfrazado de mutismo y ansiedad, cada vuelo es un gran desafío para mi. Tengo la combinación de dos fobias, cuando subo a un avión no tengo miedo de que se estrelle, estoy completamente segura de que nos vamos a matar todos y, por otro lado, el ruido de las turbinas en potencia de despegue es una estocada de adrenalina que se siente como mil agujas en todo el cuerpo y pone a mi corazón en modo trash metal a todo volúmen. Estoy tratando de desdramatizar el tema, pero si alguna vez has sentido esto, sabes que no es gracioso.
Entonces se preguntarán cómo hago para subirme a un avión?
Antes de que nadie empiece a decir que el avión es el medio de transporte más seguro quiero avisar que a los aerofóbicos nos importa un bledo la estadística, porque si uno en 10 mil aviones tiene problemas, creemos que ese “uno” es el nuestro, de modo que no hay forma de convencernos con planillas de excel ni diagramas de colores.
La técnica de Pi y el Tigre
Desde que empecé a volar con mayor asiduidad, (la exposición al objeto de temor también es un método) me he inventado algunas técnicas que me ayudaron, no tanto a superar la aerofobia, pues como dije, no se quita, sino a no pasarla tan mal a la hora de tener que volar, y si se los cuento es porque para mi realmente mejoró enormemente la experiencia del viaje.
Cosas como amuletos, promesas al regresar y dejar cartas que nadie leerá fueron las primeras formas de darme ánimo. Por supuesto su eficacia fue mínima, aunque sigo teniendo cábalas y sigo dejando cartas que nadie lee, solo por las dudas, pero al menos con estos artilugios no me quedaba abajo del avión, digamos que me dieron la cuota de valor que me hacía falta para volar.
Pero un día vi una película que me abrió la cabeza y que recomiendo altamente “La vida de Pi”, en ella se cuenta la historia de un chico hindú que en su adolescencia entra en contacto con el cristianismo y el islam, y empieza a seguir las 3 religiones solo para amar más a Dios.
Y qué tiene que ver eso con esto? Pues bien, en un pasaje de su vida Pi, el protagonista, naufraga y se queda solo en un bote con un tigre de bengala (Richard Parker), su misión: sobrevivir, igual que la de todo aerofóbico en un avión.
Entonces, en su desesperada situación, Pi empieza a racionalizar profundamente cada uno de sus actos evitando pasarlos por la emoción o la mística. No se permitió alejarse de las técnicas comprobadas de supervivencia, nada fue librado al azar y mucho menos a Dios, aunque no puede evitar rezar y, por sobre todo, no dejó que el miedo lo dominara nunca: Si él dominaba a su miedo, él dominaba al tigre. Si actuaba de manera racional, tenía el poder de controlar toda la situación.
Gracias Pi!
Vamos a intentar. Si la clave estaba en dominar al tigre que tenemos dentro, es decir al propio miedo, tendría que pensar en todos los aspectos de los cuales no tengo ningún dominio cuando estoy arriba de un avión. Si, son miles!, pero puedo tratar de racionalizar la mayor cantidad de cosas de modo de disminuir esas zonas de incertidumbre que rodean a un vuelo y que alimentan al tigre.
Entiendo que a mucha gente le siente mejor mantenerse en la ignorancia, pero esto es lo que a mi me funcionó.
Entonces lo que comencé a hacer fue intentar conocer la mayor cantidad de datos e información del vuelo, desde las leyes de la aerodinámica (por qué vuela esta lata?) hasta qué tipo de motores tiene, cuál es la disposición de los asientos en un determinado avión, la ruta que haremos, los pasos que realizan los pilotos y tripulantes antes del vuelo, en despegue, durante el vuelo y en el aterrizaje, de modo de poder saber si hay algo fuera de lo llamado “normal”.
Entender qué son las turbulencias, poder identificarlas y conocer en qué grado pueden afectar al avión y a los pasajeros, el cual la mayoría de las veces es muy poco. Identificar las salidas de emergencia y contar los pasos que tengo que dar desde mi asiento hasta la más cercana y hasta la siguiente más cercana. Ubicar los baños, la cocina, chequear qué tipo de personas tengo en los asientos cercanos, si son muy mayores, si hay bebés, si se trata de personas con las que me podría entender en algún idioma o si, por sus actitudes, pueden llegar a ser conflictivas o, por el contrario, colaborativas.
Usar los elementos de seguridad del avión a tu favor y ser obediente a la tripulación, si te dicen que te sientes te sientas, si te dicen que te abroches el cinturón, te lo abrochas, de hecho, yo no me lo desabrocho casi nunca, solo para ir al baño o caminar y estirarme un poco en algún vuelo largo.
Estos son solo ejemplos de algunos aspectos que a mí me generaban inquietud y de los cuales me propuse conocer y comprender racionalmente. Cada uno tendrá su zona de incertidumbre y se enfocará en investigar, interiorizarse y dar luz sobre esas zonas de modo de poder racionalizar lo más posible todo el proceso y no alimentar tigres ni fantasmas inexistentes.
Con respecto a los ruidos, bien, he comprado unos buenos auriculares con bloqueo de sonido externo que me ayudan muchísimo a bajar la ansiedad que me provocan las turbinas y, además, llevo siempre una buena lista de música. Ver películas o vídeos a bordo es también un buen método para desviar la atención hacia algo que nos resulte agradable y placentero.
Y por último, como dice el viejo refrán: “No es valiente el que no tiene miedo, sino el que lo enfrenta y sabe conquistarlo”.
Vamos! A volar! Ese tigre no es más fuerte que tú!