Podemos ser héroes, pero bastará con ser dignos
La historia contará que en el año 2020 una tremenda pandemia mantuvo en vilo al mundo entero, hablará de cómo un nuevo y peligroso virus surgido en China de una manera poco clara llegó muy rápidamente a casi todos los países del planeta provocando situaciones inéditas hasta ese momento o solo vistas en situaciones de catástrofes, terrorismo o en similares epidemias, pero de las cuales no había una generación viva que tuviera memoria.
Los registros nos contarán sobre las cifras de infectados, de recuperados y de muertos, de las medidas y estrategias adoptadas por cada país y de cómo la humanidad, utilizando todos los recursos de la ciencia, la tecnología y de la improvisación, y poniendo el cuerpo y el alma, hizo frente a una dramática situación sin precedentes, comparada, por su alcance, destrucción y transformación social, con una guerra mundial.
En síntesis, la historia hablará de nosotros, pero lo que diga la historia de nosotros lo estamos escribiendo hoy.
Con lo que estamos lidiando los humanos de 2020 es con un fantasma que corre más rápido de lo que imaginamos y con un enemigo invisible que toma la cara de la persona que tenemos al lado. En este contexto de crisis sin precedentes las personas evidencian pocas sutilezas y, seamos honestos, la naturaleza humana puesta a prueba a la mera supervivencia puede ser muy cruel y egoísta, y frente a una situación extrema puede primar fácilmente el sálvese quien pueda de un momento a otro.
En estos primeros días de cuarentena hemos visto ejemplos de todo tipo que ni vale la pena mencionar. La mentira, el engaño, la falta de empatía, el desapego a las normas y el egoísmo estuvieron presentes en muchos casos los cuales los medios se encargaron de evidenciar ante la mirada indignada de la mayoría.
Pero, así como las personas somos capaces del peor comportamiento, también lo somos de las acciones más altruistas, y es ahora, es hoy mismo, cuando estamos escribiendo la historia, que tenemos una oportunidad de demostrar al mundo y sobre todo a nosotros mismos que somos mucho mejores de lo que creemos. Podemos ser héroes, pero bastará son ser dignos.
El primer día de aislamiento voluntario fue incómodo, el segundo fue angustiante, al tercer día cualquier motivo me causaba una congoja de no sé muy bien qué, supongo que de no poder ser yo, de perder mi libertad, de no poder hacer mis cosas, ni ir a mi trabajo ni a mis clases, ni terminar mis pendientes, ni organizar la semana, ni tomar mis decisiones, en síntesis, de frustración y de sentir que ya no tenía las riendas de mi vida. Y no, ya no las tenía, ni yo ni nadie.
En estos momentos, y para tener un poco de perspectiva, es válido preguntarse por el valor de la vida, ¿cuánto vale la vida? ¿la tuya? ¿la del otro? ¿Vale el esfuerzo de ceder mi libertad, de privarme de algunas cosas, de postergar mis proyectos por preservar mi vida? ¿Y si no lo hiciera por mí, valdría la pena hacerla por el otro? Creer que sí no te hará un héroe, pero te hará una persona digna.
Dignidad es no saltar la norma y cultivar la empatía por difícil que sea. Es cumplir el deber de ciudadanos y asumir el rol que uno tiene en la sociedad por más pequeñito que sea, es importante. Dignidad es ayudar cuando nos sea posible, es ser amables, comprensivos y solidarios.
Ser digno es no lucrar con la desgracia del otro en ningún sentido y es no utilizar a la adversidad como chivo expiatorio de las miserias.
Tener dignidad es ceder la individualidad por un bien común, es entender que en última instancia yo no puedo estar bien si el de al lado está mal.
En estos momentos de temor e incertidumbre es donde veremos aparecer lo más oscuro de nuestra naturaleza, pero no nos demos por vencidos porque también veremos surgir lo más sublime del alma humana, y de esto último es de lo que hablará la historia cuando hable de nosotros.