Consejos para conducir en otro país: Alemania
En mi último viaje opté por algo que me iba a sacar de lo usual, manejar cruzando Europa de norte a sur. Empecé desde Alemania que, si bien no es norte norte, es más o menos al norte, con la idea de llegar a Roma.
Alemania tiene sus particularidades para manejar, es un país muy correcto, muy educado, y yo tan latino, tan italiano de alma, tan desprolijo y descuidado ¿Cómo sobrevivir?
Pues bien, no es para nada imposible, hay que calmar un poco al macho latino metedor de trompa que somos y cambiar a modalidad “civilizado”, un switch que estoy seguro todos tenemos en algún lugar del cerebro pero que, por suerte, los mismos alemanes te invitan con su conducta a encender.
Primero que nada los autos, nunca, pero nunca elijas uno extremadamente pequeño por una simple razón: ¿Y dónde cuernos meto las valijas? Siempre deben ir en el baúl (maletero), nunca a la vista, así que hay que descartar un Fiat 500 por más bonito que sea, ni hablar de un Smart.
Todo es pequeño en Europa, pero a partir de un Fiat Punto o un VW Polo (del tamaño del Gol argentino) entra perfectamente y no hay que preocuparse por lo angosto que es cada lugar al que entrarás, menos Alemania que tiene una de las mejores infraestructuras de caminos que he recorrido.
Retirar el vehículo es similar a cualquier otro país con el detalle de que no siempre hablan inglés, bueno, mi rudimentario alemán sirvió para hacerle entender que justamente no hablaba más alemán que eso – ich spreche ein bisschen Deutsche, sprechen Sie English oder Spanish? –
Lo ideal es alquilarlo online (sobran sitios) y en nuestro caso optamos por agregar un seguro contra todo, caro, lo sé, pero es que mi viaje seguía por Italia y se imaginarán que no confiaba en mis hermanos latinos.
Mi primer contacto con el auto fue natural, palanca manual, cinco cambios, varios botones nuevos que en Argentina no usaba, pero viniendo de un VW Gol esto iba a ser fácil, con detalles muy europeos como esos controles para que el auto se detenga en un semáforo para consumir menos, cosa que ningún argentino entendería jamás ¿Se apagó? ¿Se rompió algo? Nah, simplemente pisando el embrague se vuelve a encender.
Luego el GPS, lo tenía pre cargado (es mío, no alquilé uno) con mapas europeos así que, en teoría, debía salir todo bien, salvo el detalle que uno todavía no asimiló las calles ni cómo se conduce ni mucho menos para donde cuernos ir sin cometer una falta y ligarse una multa en euros en los primeros cinco minutos en Berlín.
Sí, porque estaba en el mismísimo centro berlinés y debía ir desde el Tiergarten hasta la Friedrichstraße y Leipziger Straße, bien en el centro de todo donde prácticamente no se puede estacionar, por suerte iba al Hotel a buscar mis valijas así que entré a su estacionamiento y allí hice la carga.
Agregar al detalle: empezó a llover torrencialmente.
A diferencia de Buenos Aires no me encontré con caos, sólo con lentitud, la precaución con la que manejan los alemanes es sorprendente y no van a encontrar a nadie haciendo maniobras agresivas, mucho menos con lluvia.
Antes de irme de la ciudad pasé a visitar el barrio Nikolaiviertel como para conocer algo más y me dispuse a encontrar la salida a la autopista. Esto sí que fue largo y tedioso.
Berlín está rodeado por una autopista (la 100) y de allí debía tomar la 115, empalmar con la 10 y luego la 9 hasta Leipzig, mi destino final era Nuremberg, largo, unos 440km desde donde me encontraba y aquí es donde la travesía germana realmente se iniciaba.
Luego de sufrir como un marrano el salir de la ciudad, donde encontré mucho tráfico, tuve la suerte de encontrar una ruta despejada y ordenada. Lo bueno de los alemanes es que prácticamente todos van a la misma velocidad y se respetan mutuamente, dejan espacio entre vehículos, nadie te “pega” el auto atrás, eso no existe (salvo que sea un húngaro borracho, pero no con los alemanes).
Una vez alejados de Berlín notamos que al costado de la ruta hay descansos perfectamente señalizados, uno puede estacionar, descansar, comer algo si lleva su vianda, hay baños públicos y si uno está estresado por el manejo o se viene durmiendo, se detiene allí y descansa, es genial lo bien hecho que está.
Entrar de nuevo a una ciudad es un problema cuando no concés las velocidades máximas, una cámara de velocidad me saludó con un flash entrando a Leipzig, maldita sea! ¿Primera multa? Por suerte nunca llegó nada a mi tarjeta de crédito, probablemente te registran para la segunda o la empresa de autos de alquiler tiene algún seguro, ignoro pero me alegro. Era tramposa, uno venía a 100 y debía bajar a 30 en pocos metros, me capturó a unos 50.
La Autobahn es sorpendente cuando uno encuentra un cartel distinto, blanco, con tres líneas blancas cruzándolo, es el indicador del fin de la velocidad máxima. Es decir, a partir de este punto uno puede “pistear como un campeón”, pero claro, mi VW Polo con dos valijas, sus pasajeros, gasolero y sin ninguna preparación, no era capaz de llegar a más de 180, pero mantuve una velocidad crucero de 140km/h.
¿Crucero a esa velocidad? Íbamos todos así! como les dije, los alemanes respetan todo y hasta el no-límite, por ende era muy raro ver a tanta gente a velocidad rápida y con la sensación de ir a 60.
Los camiones suelen hacer señas si van a pasar, luego vuelven a su carril. Los vehículos no ocupan el carril rápido salvo que estén yendo a 200 o más, sólo se utiliza para pasar a alguien, pero nunca te vas a encontrar con un vehículo lento en medio de la vía, se ubican a un costado como debe ser.
Constantemente se encuentran obras en medio del camino, que por cierto está perfecto en todo su trayecto.
La carga de combustible habitualmente es manual y uno debe hacerlo solo, al llegar a la caja uno indica el número de boca de expendio y te cobran, en la mayoría de los casos no hablaban inglés pero no hacía falta. Los precios del combustible eran económicos considerando el promedio europeo.
He visto cosas raras en venta en varias estaciones
Lo único negativo es que te cobran un euro o dos por ir al baño aun cuando uno ya es cliente al haber cargado combustible, eso no me gustó, pero en los descansos en medio de la ruta no hay que pagar nada… eso sí, el olor es… ya saben, de baño público.
Los tramos de autopistas son así de sencillos, las ciudades no tanto, al entrar en cada una lo importante es encontrar el estacionamiento ideal, en pocos lugares ubicarán un espacio sin pago, más bien es imposible, así que recomiendo que los hoteles los elijan por su capacidad de estacionamiento. El costo varía pero ronda los 20 euros diarios hasta los 8 en los mejores casos, pero gratis es casi imposible.
En Munich, frente al hotel, tenía parquímetro y permitía ingresar monedas hasta una estadía completa, lo mejor, algunos aceptan tarjetas de crédito con chip, pero no se confíen, siempre lleven monedas, recuerdo que era bastante económico.
Ya camino a Hohenschwangau el camino dejó de ser autopista y esto fue mucho más bonito para mí, caminos ínfimos, mucho verde, exceso de verde, y super recomendable para hacer. El GPS se volvía loco, pero no importaba, la señalización alemana es casi perfecta, difícil perderse, salvo por los nombres de las cosas que no son fáciles para todos.
Aquí hay que manejar despacio, muchos caminos de montaña estan pavimentados pero sólo entra un vehículo a la vez y son, casualmente, doble mano, en la campiña no es extraño cruzarse con un tractor o con vacas.
El camino siguiente fue por Austria, pero eso lo dejo para otra oportunidad, ya habíamos llegado al sur de Alemania, a los Alpes, y pueden leer de ello en mi nota sobre Neuschwainstein y Hohenschwangau.
En síntesis, para manejar en Alemania tener en cuenta el apego a las reglas, el respeto al otro y la calma ante todo. Debería ser así en todas partes del mundo pero esto particularmente, era Alemania.
PS: Otro día también les cuento el tema del registro de conducir internacional, si sirve o no