Las grandes obras que hay que ver en la Galería Nacional de Washington (y por qué?)

Anteriormente les he contado que hay varias visitas imperdibles en Washington, y la Galería Nacional de Arte es una de ellas, pero qué es lo que atesora este Museo que lo hace tan esencial e imperdible?

Repasemos un poco su historia. Se trata de un Museo relativamente nuevo, pues se fundó en 1937 gracias a aportes privados y a donaciones de magnates de la época, con cuyo aporte se alcanzó una tremenda colección de arte europeo y estadounidense. 

Se trata de un Museo relativamente nuevo, pues se fundó en 1937 gracias a aportes privados y a donaciones de magnates de la época, con cuyo aporte se alcanzó una tremenda colección de arte europeo y estadounidense. 

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Se compone de dos edificios comunicados por un pasaje subterráneo y su arquitectura neoclásica y simétrica, que recuerda al Panteón de Agripa, es también un elemento de admiración de los aficionados a la arquitectura.

Pero cuáles son las obras imperdibles que atesora esta maravilla de Museo? Vamos a ver!

Retrato de Ginebra de Benci, de Leonardo da Vinci

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Un Da Vinci es siempre un Da Vinci, y esta obra es la principal joya del Museo. 

Pintada alrededor de 1475, es un cuadro que se destaca por su extraña luminosidad y los pequeños detalles como la luz de los cabellos de la modelo, cuya mirada seria no le resta en belleza a los ojos del espectador. Se nota que Da Vinci extendió la pintura en algunos lugares con sus propios dedos, dejando así marcadas sus huellas dactilares. 

La Madonna de Alba, de Rafael

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O Virgen de la Casa de Alba, por haber pertenecido a ésta. Es un tondo de 98 cms que muestra a la Virgen, al niño Jesús y a Juan el Bautista, quien ofrece al niño una cruz, la cual es el foco de las 3 miradas. Como en toda pintura redonda, el equilibrio es dificilísimo de alcanzar, los personajes están volcados hacia la izquierda, pero brazo de la Virgen y los tonos más oscuros del lado derecho brindan un equilibrio perfecto y si bien estos colores endurecen el conjunto, las caras de los personajes mantienen la dulzura característica de la pincelada del maestro.

Venus del Espejo, de Tiziano

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Basado en las antiguas representaciones de la Diosa Romana, Tiziano pinta en 1955 esta maravilla que pretende celebrar la belleza ideal de las formas femeninas de la época y al mismo tiempo presenta una crítica al pecado de la vanidad. La técnica y la composición son exquisitas.

Una curiosidad de este cuadro consiste en que bajo los rayos-x se pudo detectar que Tiziano pintó otro retrato en el mismo lienzo que no terminó, pero conservó el manto rojo de una de las figuras del cuadro abandonado y lo situó bajo los brazos de la Venus, hecho que podría haber determinado la composición de todo el conjunto que, sin embargo, es perfecta.

La muerte y el  avaro, de El Bosco

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Se trata de una obra de gran potencia simbólica. El avaro se encuentra en su lecho de muerte, mientras un ángel le señala un crucifijo que está en la ventana superior y un demonio se asoma por debajo de la cortina con un saco de dinero. Por la puerta entra la muerte a punto de lanzarle una flecha al avaro. A los pies de la cama hay un viejo, el mismo avaro, guardando monedas en un cofre lleno de animales monstruosos. Es un cuadro para entretenerse un buen rato encontrando la simbología de los elementos.

Madonna Haller, de Durero

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Puede que esta pintura no resulte al ojo del todo bella, pero contiene una simbología extraordinaria. 

Esta Virgen con el niño Jesús, conocida como Madonna Heller, en nombre al cliente que la encargó, es una de las obras con más influencia italiana de este autor alemán. Dicha influencia se aprecia en la forma Bellinesca de los cuerpos robustos de las figuras y en el uso de colores cálidos. 

Entre sereno y luminoso, un niño Jesús tiene la manzana del pecado en la mano, pues viene al mundo para salvarnos de ese pecado. Una ventana abierta hacia la luz y la virtud, y una cerrada en medio de la oscuridad de un mundo sumido en la maldad, le dan a este cuadro de no más de medio metro de altura, un lugar entre los elegidos del Museo.

Dos datos para agregar: por un lado en el reverso de esta obra hay otra obra de Durero llamada “Lot y sus hijas” y además, otra obra muy interesante de Durero que se exhibe en este Museo es “Retrato de un Clérigo”.

Eduardo VI de niño, de Holbein

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Holbein es uno de los mejores retratistas de la historia del arte y por su virtuosismo fue el retratista de la corte de Enrique VIII de Inglaterra. Pintó numerosas veces al Rey Enrique, a sus esposas, incluyendo a la madre de este pequeño Eduardo VI, Jane Seymour, quien murió apenas unos días después de haberlo dado a luz. Holbein le regaló este cuadro al Rey Enrique para Año Nuevo del año siguiente a esa tragedia, en el mismo se representa al niño lujosamente ataviado y con su juguete favorito.

El dato es que Eduardo murió a los 15 años y desató una guerra de tronos digna de una serie de televisión, que concluyó con Isabel I liderando a una Inglaterra potencia mundial, todo por causa de este niñito.

Laocoonte y sus hijos, de El Greco

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Esta oscura obra de El Greco relata el mito de Laocoonte, un sacerdote troyano que desconfió del caballo regalado por los Aqueos a Troya e intentó quemarlo, pero dos enormes serpientes enviadas por Poseidón emergieron de las aguas devorándose a él y a sus hijos.

Figuras en una torsión violenta, cuerpos grises, luz irreal y un cielo apocalíptico dan una fuerza extraordinaria a esta obra del genial Greco.

Mujer sosteniendo la balanza, de Vermeer

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Una mujer sosteniendo una balanza vacía nos hace entender que está pesando algo espiritual más que material, una especie de juicio final en donde quien sopesa el bien y el mal, la mujer, presenta una actitud de total calma y serenidad. Los colores siempre son hermosos en Vermeer y no nos priva de sus objetos fetiches: perlas, espejos y la bella luz de la ventana.

La Costurera, de Velázquez

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El genio del Barroco en una obra inacabada.

Los toques blancos en torno al cuello de la mujer, destinados a dibujar en ellos un collar, parecen indicar que no se trata de una obrera, sino de una dama de buena posición. Además se pueden ver varias correcciones tanto en la postura de la modelo como en los contornos de los elementos. Lo más acabado de la obra es el rostro de la mujer que, con todo, se transforma en una obra cuyo atractivo radica en poder ir descubriendo las diferentes etapas de elaboración que Velázquez le imprimió al cuadro.

Torero Muerto, de Manet

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Originalmente este cuadro formaba parte de una composición mayor, que representaba una corrida de toros, pero fue muy criticada y Manet la “cortó” de modo estratégico para dar luz a una nueva obra de peso contundente. 

Sin mucha sangre, sin un cuerpo doliente, en pose elegante y todavía sosteniendo un paño de seda, este torero parece flotar dormido en una arena gris y solitaria. El vacío a su alrededor posiblemente alude a esa soledad que los toreros sienten cuando están en la corrida, solos frente al toro.  Exquisita obra del padre del Impresionismo. 

Además de estas obras maestras, se pueden ver trabajos de autores destacadísimos como Van Gogh, Cézanne, Gauguin, Delacroix, Degas, Rembrandt, y los americanos Copley, Stuart y Thomas Cole entre tantísimo otros de gran valor artístico e histórico.

El museo, como todos los Museos Smithsonianos, es gratuito y está abierto todos los días, de modo que si en una jornada no llegan a ver todas las obras o se sienten cansados, pueden volver en otro momento sin estar pensando en pagar la entrada otra vez.

Verdaderamente este Museo y sus jardines son un imperdible para los aficionados y amantes del arte. Recomiendo altamente hacerle una visita porque es una joya que merece la pena una y varias veces más.

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