Un aterrizaje de emergencia en primera persona
Un poco de contexto
Para contar esta historia considero que explayarme en el contexto es absolutamente necesario porque, si bien ningún hecho es aislado, este fue menos aislado que otros.
El punto de partida es el siguiente: El 27 de octubre de 2016, minutos antes de la medianoche, junto a @fabiomb, mi señor marido, embarcamos en el vuelo 1300 de Aerolíneas Argentinas desde Buenos Aires con destino a Nueva York.
En ese momento había prometido hacer una crónica del vuelo considerando los aspectos típicos: comida, atención, puntualidad, servicio, etc. Mi principal motivación para el reporte se basaba en el hecho de que hacía 15 años que no me subía a un avión de Aerolíneas Argentinas para un vuelo internacional, y el motivo de esa decisión se justificaba por una muy mala experiencia allá por enero de 2001, época en la que nuestra línea de bandera estaba en manos de la empresa Iberia.
Sin entrar en mucho detalle, en aquel momento tuve un retraso de más de 12 horas en un vuelo de Buenos Aires a Roma a causa de un desperfecto técnico que en realidad era una irregularidad absoluta. Fue la misma persona del check-in quien nos confesó que a nuestro avión le faltaba un repuesto que estaba trayendo un avión de Iberia que acababa de salir de Madrid, pero el repuesto venía puesto y funcionando en el avión de Iberia, de modo que ellos naturalizaban el intercambio de los repuestos de un avión de una aerolínea a otra, con la consecuencia de que en tierra quedaran aviones inutilizados, condicionados a la llegada del otro avión. Quizás un mecánico de aviones diga que es lo normal, pero a mí este tipo de improvisación me pone los pelos de punta.
Ese el mismo año la empresa pasó a manos de la española Marsans y hasta 2008, fecha de la reestatización, muchos se dijo sobre el “vaciamiento de la empresa”, y, además, el deterioro en cuanto al servicio era vox populi.
Tras la reestatización en 2008 Aerolíneas volvió a ser Argentina, pero los desmanejos continuaron siendo moneda corriente: falta de capacitación, exceso de personal “militante” no profesional, problemas sindicales, retrasos, cancelaciones, robos y otras delicias igualmente inaceptables.
En 2016, con el cambio de color político y el cambio de administración, la cual enarboló la bandera del profesionalismo, el orden y la eficiencia, decidí volver a probar un vuelo internacional con Aerolíneas Argentinas.
Toda esta introducción fue necesaria para mostrarles que mi decisión a la hora de elegir la aerolínea para este viaje fue muy meditada, pero quiso la suerte que este bendito vuelo AR 1300, en donde ponía en juego toda mi confianza, se quedara sin un motor en el despegue y tuviera que aterrizar de emergencia conmigo adentro.
Fue una cuestión de mala suerte o debí haberlo sabido?
En primera persona
Todo el proceso pervio fue muy normal. Hicimos el check in y el despacho de equipaje en perfecto orden. El vuelo estaba en horario, embarcamos normalmente y de hecho también despegamos en horario.
El despegue debe ser una de las cosas que menos me gustan de volar, de hecho ya les conté que tengo miedo a volar, y que me pongo bastante ansiosa en ese proceso. Con el tiempo y los viajes aprendí a leer algunos detalles que son rutinarios en la tripulación y tranquilizadores para mí en pos de poder detectar aquellos detalles que pudieran ser alarmantes, pero hasta ese momento nada era anormal.
Despegamos. No tengo conciencia de cuánto tiempo pasó, pueden ser dos minutos, entre que el avión sacó las ruedas del piso y sentí una especie de turbulencia en 3 tiempos, un “bum bum bum” leve pero notorio, y sobre todo poco común en un instancia de despegue. No le di importancia pero sí tuve conciencia de que era extraño. Desde el lado derecho del avión, en donde estaba sentada, yo no vi nada, pero los del lado izquierdo vieron dos fogonazos en la turbina. (ver video del audio del piloto más abajo)
Luego el avión hizo un viraje raro, diferente a cualquiera de las otras salidas tanto en dirección como en ángulo, créanme que tengo estudiado cada movimiento del despegue obsesivamente, pero lo más notorio y extraño fue que el avión dejó de ascender. Algo no estaba bien.
Era de noche y por la ventanilla pude ver un gran descampado, en realidad una gran mancha negra, que no había notado nunca al despegar de noche desde Ezeiza. Le pregunté a @fabiomb qué lugar sería ese, y me dijo que era la parte de atrás del propio aeropuerto. Y todo me resultó muy raro.
Pasaron unos 10 segundos de esa conversación y el piloto por el intercomunicador nos dice la frase que ningún pasajero quiere escuchar: por una falla en un motor regresamos al Aeropuerto de Ezeiza.
La reacción en la cabina, lejos de ser de pánico fue de risas! Algunos estaban enojados (y dijeron algunas palabrotas) porque pensaron en la posibilidad de una larga espera, pérdida de conexiones o cancelación del vuelo, pero resultó que un grupo numeroso de señoras, las cuales ya habían tomado unas buenas pastillas para dormir, tuvieron un ataque de risa masivo. El cuadro en la cabina era bastante dantesco.
Yo ni una cosa ni la otra. En realidad sí me enojé, pero conmigo misma y recuerdo decirlo en voz alta y con bronca, “Yo sabía que esto iba a pasar”.
Por la ventanilla no podía ver más que luces a lo lejos, seguíamos dando vueltas sobre ese descampado y lo hicimos por unos 10 minutos más hasta que sentí que empezábamos a descender y entonces sí me puse bastante nerviosa, pero me enfoqué en racionalizar la situación y evaluar las posibilidades. A favor: avión nuevo, un motor sano, siete asientos hasta la salida de emergencia, sin niños en el camino, asiento pasillo. En contra: el peso del avión, veníamos a tope de gente y combustible.
En el recuerdo de esos minutos que duró el descenso lo primero que aparece en mi mente es el convencimiento indiscutible de que si aquello era todo y nos vemos en otro mundo, entonces había valido la pena, lo cual, aunque no lo crean, es tranquilizante.
Pensé además “menos mal que no tengo hijos”, luego “menos mal que no me queda nada por decirle a nadie” y otros tantos “menos mal que…” hasta que tuve una rebelión mental y pensé que ese no podía ser mi final porque simplemente no imagino merecer el privilegio de terminar mi historia, no solo siendo noticia, sino además haciendo lo que más me gusta y a lo que más le temo. Esas cosas le pasan solo a los grandes personajes, el resto de los mortales nos vamos de forma anónima, poco heróica, miserable y solos. Esto no va a ser el final! Y entonces me volví a enojar.
Una de las azafatas dio las indicaciones para el aterrizaje pero no para aterrizaje de emergencia, simplemente dieron las mismas indicaciones de siempre, el asiento vertical, los bolsos debajo de los asientos. Nada alarmante salvo por el nerviosismo en la voz de la azafata.
Por la ventanilla vi que el suelo se acercaba y algunas luces rojas a la distancia. Eran los bomberos que nos estaban esperando. Luego me enteraría que el piloto se había declarado en emergencia, que habían cerrado momentáneamente el aeropuerto y que habíamos quedado involuntariamente en el centro de la escena.
El avión aterrizó muy pesado y por la ventanilla pude ver cómo nos corrían los camiones de bomberos. Pensé que quizás estaríamos prendidos fuego, así que chequeé las ventanillas de la cabina y ninguna tenía una luz que indicara fuego y verdaderamente nunca lo hubo, pero los bomberos nos seguían corriendo y no está buena la sensación.
El avión tardó en frenar bastante más de lo habitual y finalmente se detuvo. Durante unos segundos bastante eternos se hizo silencio en la cabina y nadie se movió del asiento, hasta que la voz encogida de una azafata nos trajo a tierra.
Le pedí a @fabiomb que lo grabara, paradójicamente ese video, junto con el que otro pasajero grabó de los fogonazos del motor fueron los dos únicos registros en video del momento.
Luego de las indicaciones de la azafata fue el piloto quien indicó a la tripulación que el descenso de los pasajeros se haría de forma normal, es decir, no nos teníamos que tirar por los toboganes inflables sino que nos pondrían escaleras como habitualmente.
Permanecimos en la cabina unos 7 minutos más sin ninguna información y con las luces de los bomberos salpicándonos las caras. Algunos sentados y otros parados pero sin moverse de su lugar. Nunca hubo escenas de pánico ni personas alarmadas, solo especulaciones sobre qué era lo que había pasado y qué harían con nosotros, si deberíamos volver a nuestras casas, si esperaríamos en el aeropuerto. No nos dieron ninguna información.
Finalmente descendimos y nos llevaron en buses hasta la terminal, la única foto que registró ese momento fue la que sacó @fabiomb con su celular y que luego fue reproducida por todos los medios nacionales.
Nos indicaron ir hasta la puerta 16 de la terminal C, allí nos dijeron que pasemos al restaurante de la terminal. No había lugar para todos así que no todos se pudieron sentar a cenar. Era la una de la mañana, y la real pelea era por los enchufes para cargar los dispositivos. Los chicos colgaban dormidos de los cuellos de sus padres como si fueran trapos y todavía nadie nos había dicho ni qué había pasado y ni qué pasaría con el vuelo. Nota: en el audio el piloto ya sabía que había tenido un stall en una turbina. Nota dos: le robamos una foto al piloto y a sus cigarillos, hablando de cosas raras.
Nos sentamos en en restaurante en una mesita de dos y vi a una chica que se había comprado una pizza, y como no encontró lugar en las mesas se sentó en el piso con la caja de pizza entre sus piernas esperando a que le trajeran alguna bebida. Le hice señas para que se sentara con nosotros y, aunque quedamos apretados, no podía dejarla comer en el piso.
Nuestra nueva compañera resulto ser una neoyorkina que estaba en Buenos Aires trabajando en una ONG y me sorprendió enormemente su amabilidad y lo cultivada que estaba, no solo de su país sino de Argentina también. Hablamos un montón y nos dió mucha información y tips muy útiles de lugares para visitar en Nueva York. Se llamaba Selma y fue una muy grata compañía en un momento bastante extraño. También por este tipo de cosas es que amo viajar.
A todo esto, la comida del restaurante del aeropuerto era apenas aceptable y de bebida nos dieron solo agua, porque dijeron que no tenían tiempo de darnos otra cosa. (sic) Un amor!
En todo ese tiempo desde la aerolínea no hubo ninguna persona que nos diera ninguna información y solo de a ratos nos llegaban notificaciones por mail de la reprogramación del vuelo: 2 am, 4 am, finalmente salimos 5:10 am.
Terminamos la cena y nos dimos cuenta por las redes sociales de que la noticia de nuestro incidente ya estaba en los medios bajo títulos un tanto exagerados. “Explosión y pánico en un vuelo de Aerolíneas” “Aterrizaje de emergencia en Ezeiza” y otros que ni me acuerdo pero igual de sensacionalistas.
Los pasajeros nos instalamos en la sala de embarque cual campamento de escolares. Casi 300 personas desparramadas como se podía, durmiendo en el piso, arriba de sus mochilas, jugando con los niños que permanecían despiertos y peleando todavía por los enchufes.
Yo me enfoqué en leer las noticias que se estaban pubicando e imaginé a mis papás mirando la tele cuando se despertaran dentro de unas pocas horas y se enteraran de todo el incidente con la amplificación tremendista de los medios y yo estaría en el aire y sin señal para responder. No.
Les envié mensajes para que leyeran cuando se despertaran explicándoles la situación y que estábamos bien y endulzando todo un poco y lo mismo hice con mis amigas porque la verdad es no quería asustar a nadie.
5:10 am finalmente partimos en otro avión con otra tripulación armada en la madrugada. Nunca nadie nos dio una explicación de lo sucedido, a los tirones le pude sacar algo de información a un auxiliar de vuelo que nos comentó que posiblemente se hubiera metido un ave en el motor, cosa que no era cierta, pero comunicación oficial nada, ni media palabra.
El vuelo reprogramado fue normal y sin ningún contratiempo. Dormí poco y no comí casi nada, ni siquiera me levanté para ir al baño. En verdad quedé mentalmente muy extenuada y todo el viaje me fue incómodo en términos generales, de modo que saquen sus conclusiones de mi reporte de vuelo.
Al llegar a NYC nos esperaba la corresponsal de Canal 13 quien buscaba entre los pasajeros testimonios de lo sucedido. Evidentemente éramos noticia. Muy a su pesar no encontró a nadie que le dijera que hubo pánico gritos y desesperación, pues no hubo nada de eso, solo incomodidad, bronca, incomunicación y una atención penosa por parte de la aerolínea.
De esta manera se cierra el capítulo de, creo yo, el peor vuelo de mi vida hasta el momento.
En el vuelo de vuelta a casa tratamos de sacar un poco más de información a la tripulación y lo único que supimos es que al día siguiente del incidente hicieron pruebas en el avión sin pasajeros y anduvo perfecto y que el piloto era entrenador de pilotos por lo tanto la maniobra de aterrizaje con un motor la tenía más que ensayada.
Diez días después y por otro contacto que conocía al piloto me enteré de que hubo una controversia entre piloto y torre al momento de pedir pista para volver a Ezeiza, ( lo pueden escuchar en el video) aparentemente torre no le daba la prioridad que el piloto solicitaba y es por eso que se declara en emergencia. Bien ahí el piloto!
Finalmente en 2019 tuve acceso a la pericia oficial y lo que le sucedió al avión fue lo que dijo el piloto que había sucedido, es lo que se llama un compresor stall, es decir, una pérdida de compresión en un motor, lo que supone una pérdida de potencia, cosa que no sucede habitualmente, pero que le puede pasar a cualquier avión.
Qué aprendí de esta experiencia?
-Que los aviones son, de hecho, el medio de transporte más seguro que existe.
-Que con un motor el avión aterriza efectivamente, no era mito!
-Que las aerolíneas tratan a los pasajeros como vacas. Aunque eso no es novedad.
-Que la vida te puede cambiar de un minuto a otro así que lo mejor que pueden hacer es no dejar de hacer nada que les guste hacer.
Entonces todo bien o todo mal?
Todo más o menos. Si bien salimos todos sanos y salvos y el incidente estuvo bien manejado y le besaría las manos al piloto, me molestó sobremanera la desinformación en la que nos sumieron. El pasajero necesita saber qué pasó y estar contenido, no es lo mismo un stall, que haya metido un ave en el motor o que un mecánico dejó un bulón flojo. Y por otro lado todos sabemos que cuando falta información la prensa cubre los huecos con lo que se le ocurre y lo único que provoca es confusión y angustia. Eso estuvo pésimo.
Si hoy me preguntan si volvería a tomar un avión de Aerolíneas Argentinas diría que no sería mi primera opción, pero la tendría en cuenta. De hecho en 2019 volví a volar por Aerolíneas en un vuelo internacional porque las condiciones de pago eran my buenas, pero lo cierto es que también tuve retrasos de ida y de vuelta y además no me respetaron las reservas de los asientos, de modo que a la vista está que todavía tienen algunos puntos para mejorar.